Capítulo 15

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- ¿Pensabas irte sin despedirte de mí? –pregunta Dylan con el ceño fruncido. Por un momento me ha recordado a mi padre. Siempre que se enfada coloca así sus cejas.

- No, pero como tenía mucha prisa he tenido que salir corriendo –me muerdo el labio inferior.

Mientras me mira fijamente comienza a gesticular de manera extraña. Este chaval parece estar en otra órbita. Transmite la sensación de estar enfadado, ¿por qué? Nos conocemos desde hace unas horas, no entiendo cómo puede tener tanto apego hacia mí, ni que se enfade porque pase de él.

- ¿A qué parte de Palma vas ahora? –pregunta a la vez que recupera su rostro típico. Bueno, después de tantos semblantes diferentes no sé cuál es el "normal".

Uf y ahora ¿qué le digo? Estoy segura de que, independientemente del destino que le diga, él se va a montar en el taxi. ¿Por qué no se separa de mí?, ¿él no quería vivir nuevas experiencias?, ¿las tiene que vivir conmigo?

- Voy al distrito "Sant Jaume", ¿por? –arqueo las cejas esperando una única respuesta.

- ¿Ah, sí? Yo voy cerca de ese distrito, así que voy contigo. De esta manera nos sale más barato el recorrido –abre la puerta y me indica que le haga sitio.

- Pero, pero, pero....-decido callarme porque no voy a conseguir nada. Estaba claro que él se iba a montar. Cada minuto que paso a su lado lo aguanto menos, tiene una jeta... Yo en la vida me subiría a un taxi en el que va otra persona sin pedir ningún tipo de permiso. ¿No sabe leer entre líneas? PA-SO DE TI SE-ÑO-RI-TO DY-LAN. No creo que haga falta ser muy listo para pillarlo. Pero por lo visto al chaval le cuesta un ratico. ¡Qué horror! Sin darme cuenta se me están pegando sus expresiones y su forma de hablar. No puedo quitarme de la cabeza su irritante tono de voz, por lo que decido tararear una de mis canciones favoritas para conseguir poner la mente en blanco: "La Cucaracha".

Cuando consigo olvidarme de su presencia, más bien cuando percibo la mirada penetrante del conductor a través del retrovisor, salgo de mi "mundo cucarachil". No paro de imaginarme cucarachas formando una hilera al ritmo de la canción. El taxi sigue parado y el cuentakilómetros continúa ascendiendo, entonces prosigo haciendo lo que estaba realizando antes de que apareciera el señorito. Como no quiero que se entere a dónde narices voy, le paso al chófer el papel donde pone la dirección y le comento que, en vez de llegar hasta allí, me deje en la plaza principal. Él acepta y emprende rumbo hacia la dirección secreta.

Trato de no cruzar la mirada con Dylan en todo el trayecto, pero me es imposible. No puedo evitar mirarle de reojo al notar movimientos extraños. Al hacerlo, compruebo que se encuentra mirándome fijamente con una sonrisa de oreja a oreja. Está totalmente embobado. Muevo la mano de lado a lado con tal de despertarle de su quinto sueño, pero el intento es fallido. Su mirada transmite amor o embelesamiento hacia alguien. Pero, ¿hacia quién? Está claro que me está mirando. No obstante, es imposible que este enamorado de mí. ¿En qué cabeza cabe semejante estupidez? Nos conocemos desde hace escasas horas. Decido eliminar esa bobada de mi cabeza. "Me estará mirando a mí porque estoy dentro de su campo de visión", trato de convencerme. Podría estar mirando a cualquier persona, incluso el propio taxista. Me rio, escandalosamente, al observar en mi cabeza a Dylan tirándole la caña al conductor. Mi risa ha conseguido lograr mi misión fallida en un primer intento, Dylan se ha despertado. Al verme reír a gusto, comienza a imitarme y acabamos ambos riendo a carcajada limpia.

Entre risas y más risas llegamos al destino. Pago al taxista y le pido perdón por el estruendo que hemos armado. Me sonríe, diciéndome que no me preocupe y que gracias a mi risa pegajosa le he alegrado el día. Le devuelvo la sonrisa y bajo del taxi. Doy una vuelta de 360º con la intención de localizar dónde me hallo. Esta labor no conlleva ningún resultado positivo, ya que en mi vida había pisado Palma; pero por lo menos lo he intentado. Me giro y observo a Dylan que se encuentra paralizado a mi vera. Parece que espera a que yo me mueva para seguir mis pasos.

- Bueno, hasta aquí ha llegado nuestro reencuentro. Yo me tengo que ir ya –espero con miedo su respuesta.

- Yo no tengo a donde ir, ¿tú? –pregunta con rostro de tristeza.

Ahora, ¿qué hago? Odio que me miren con esas caritas de pena, me ablandan el corazón. Si le dejo tirado me sentiré mal, pero su presencia no me facilita las cosas.

- Pues...-pienso y al final me reblandezco. Debería ser más fría ante estos casos.- He alquilado una casa. En principio yo creo que cabremos los dos, ¿te quieres venir? –pregunto esperando un "no" por respuesta.

- Es que... me sabe mal fastidiarte tus planes pero... me encantaría –sonríe.

Estaba clara su respuesta. Todas mis esperanzas de que dijera un "no" se acaban de ir al traste. Como se lo he ofrecido yo, me tengo que callar y aguantar el chaparrón que me espera.

- Nada, no te preocupes. No molestas –guiño el ojo. No podía haberle soltado una mentira más grande. Sí que molesta y mucho. –La casa está dos calles más atrás según me indicó el dueño, así que vamos –tiro de su brazo.

En menos de cinco minutos ya hemos llegado al apartamento. En la puerta nos estaba esperando el arrendador. Le saludamos cordialmente y este nos cede el paso. Nos comunica que nuestro apartamento está situado en la tercera planta, por lo que esperamos a que llegue el ascensor. Odio las conversaciones de ascensor, sobre todo cuando es con gente que no conozco. Son muy incómodas.

- ¿Qué tal el viaje?, ¿de dónde venís? –pregunta el casero para romper el hielo.

Veo que Dylan se va a lanzar a responder, así que intento adelantarme. No puedo desvelar mi verdadera procedencia, ya que se ha corrido la voz de mi desaparición.

- Muy bien, hemos tenido un vuelo muy tranquilo. Venimos desde París, aunque no lo parezca por nuestro acento –suelto una carcajada. -En realidad somos españoles pero llevamos viviendo en Francia desde hace tres años, ¿verdad, tato? –pregunto a Dylan, amenazándole con la mirada. De momento voy a tratar de salir al paso, luego ya buscaré una explicación para Dylan.

- Sí –sonríe.

- Me alegro. ¿Os ha gustado lo poco que habéis visto hasta ahora de la isla? –mantiene la conversación el propietario.

- Si te soy sincera no hemos tenido tiempo de ver nada. Solo queríamos llegar pronto a casa y ya mañana descubriremos los secretos de la ciudad.

- Ya veréis como os encanta. Bueno, ya hemos llegado. Esa es la puerta –señala.

Abre y nos cede el paso. A primera vista la casa es preciosa. Nos indica dónde se encuentran las diferentes habitaciones, nos otorga las llaves y nos comunica los monumentos que tenemos cerca del apartamento, así como los supermercados. Se va y cierra la puerta tras él. Al darme la vuelta Dylan ya no está detrás de mí. Voy al salón y me lo encuentro tirado en el sofá.

- A ver... si vas a vivir conmigo tienes que ser ordenado. Odio a la gente vaga. Así que la casa debe de estar impecable –le transmito en tono impositivo.

- A sus órdenes, comandante –se levanta y coloca su mano en la frente.

No puedo evitar la risa, en el fondo es gracioso. Al final va a conseguir caerme bien y todo.

- Bueno, como sabía que llegaría tarde a Palma traje en mi mochila comida para la cena. Pero mañana a primera hora bajamos al supermercado –saco toda la comida de la mochila y la coloco sobre la mesa del salón. Por cierto, ¿te puedo llamar Dy? –pregunto con miedo a su respuesta por lo rarito que es.

- Hija, qué previsora eres – se ríe a carcajadas.

Como no me responde sobre su nuevo mote, decido tomármelo como un sí. Organizo la cena en la mesa y observo de reojo cómo Dy se encuentra cerrando todo de par en par, sin dejar entrar la luz por ninguna rendija. Finalmente, cierra la puerta dejando la llave cruzada y apaga todas las luces, exceptuando la de la sala de estar.

Libertad #DulceSal #ConcursoOreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora