L
a claridad había surgido poco después de la oscuridad, la cual había empezado a disminuir a tal punto que el chico se encontraba en una especie de hoyo negro tan profundo que comenzó a borrar sus recuerdos. Intentó varias veces abrir sus ojos para ver la claridad del sol o algo que le permitiera recordar; luchó contra la corriente del abismo disipado en las últimas imágenes de quién era. No quería rendirse, en su interior toda esperanza desapareció apagando sus focos de memoria; lo único que quedaba encima de él, era una extraña nota de un trozo de hoja reciclada, la cual guardó en secreto.
Un par de jeans azules y dos camisas blancas que se teñían de gris por la suciedad que había en él. El joven solamente quería recuperarse, levantarse e irse, pero no sucedió; su cuerpo estaba paralizado, solo sus ojos y oídos funcionaban. El chico era simplemente un testigo de lo que pasaba a su alrededor. Ese fue su primer día, aunque no recordaba con exactitud: _ "¿Quién soy?"_ se preguntó en su pequeña mente y_ ¿Dónde estaba? El chico sin nombre solo presenciaba que se hallaba en una especie de habitación extraña. Había intentado recordar cómo había llegado, pero no hubo éxito. Las cuatro paredes de color gris, llenas de agujeros de ratas; la cama en la cual siempre se acostaba, húmeda y apestosa llena de moho verdusco, el pequeño baño y el mueble donde todos los días se colocaba para mirar la puerta de madera.
Todos los días un extraño de traje amarillo entraba en su habitación, le deja un plato y un vaso para que se alimentara y se retiraba sin pronunciar ningún sonido, excepto su respiración escalofriante producida por la máscara. El sujeto de amarillo venía a verlo dos veces por día, con una misma rutina, pero lo más extraño era que ese visitante cambiaba de tamaño, a veces era más alto que él, pero después más pequeño. Cuando el sujeto le daba su merecida cena, el chico se dirigía hacia la pared del costado y lo marcaba.
Noventa y nueve marcas en la pared, un grandioso conteo. El joven no quería perder la cordura, por lo que marcaba cada día que pasaba encerrado, así sabría que hoy era el día noventa y nueve y que en cualquier momento el sujeto de amarillo traería una sorpresa, la cual no era muy agradable; a veces incluían dolor, preguntas paradójicas como evaluaciones, visitantes extraños y la última acción de la agente amarilla fue en el día noventa y cinco; la presencia de una pequeña caja metálica multicolor con un sonido turbador que apareció volando tomando fotografías de tercera dimensión sobre el chico. Alguna especie de escaneo. Los ojos del joven se exaltaron en aquel día, pero después desapareció entre el oscuro techo de su habitación, nunca supo la razón de ese extraño aparato que parecía un dron de última tecnología, sin embargo, no recordaba si lo había visto en alguna parte, ya que sus memorias antes de llegar ya no existían.
Cuando su mano se estira para marcar el día en la pared con una pequeña astilla de una chuleta de su primera cena del día uno, que lo mantenía siempre cerca, conmemoraba el tiempo que estaba encerrado. El joven observaba la marcación como si fuera una gran pintura vieja en un museo, como una única pieza casi irremplazable y hermosa. Cada día anhelaba tener un espejo para verse así mismo, para recordar cómo era, cómo era su aspecto, su rostro, si su nariz era puntiaguda, si tenía pecas o si sus ojos eran de color azul. Cada día se ideaba cómo era, a veces se sentía más alto que ayer, rubio con ojos verdes, pero otros, se veía con el cabello café, con ojos de tinta negra, con una mirada que transcurría cada intervalo hasta llegar a la última línea vertical.
El chico se analizaba a sí mismo, creyendo que se estaba volviendo loco en este lugar y lo peor era que entre más intentaba luchar por recordar, su cabeza le provocaba una intensa migraña, algo dentro de él le impedía recordar. Sentía que su memoria tenía un gran muro de concreto que impedía el retorno de sus pensamientos o que un agujero negro absorbía todo su ser. La desesperación del chico luchaba por salir, en los primeros veinte días se había apoderado de su cuerpo. Después vino la angustia; otros diez días donde lloraba arrinconado con el intento de saber por qué estaba en ese lugar; solo fue cuestión de tiempo para que se adiestrara a su nueva vida, pero el chico sin nombre sabía algo, nunca se iba a dar por vencido y todos los días reflexionaba acerca de ideas para escaparse de aquel sitio.
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Los Viajeros
Science FictionAmbiente : En el año 2054, el mundo es atacado por bombas biológicas, los responsables del terrorismo que daron libre para contemplar el desastre, pero luego el mundo sufrió devastadoras tormentas y una serie de désastres artificiales, ciudades en...