Capítulo 1.

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- ¿Y hasta ahora se le ocurrió decirme que dejará este trabajo para empezar otro señorita Emilia?.- preguntó exasperado.


- Lo siento Sr. Park, no pensé que me fueran a llamar. Si le parece bien, vendré todavía la semana que viene.


- Sería lo más lógico, pero no. Sólo pase a tesorería por su cheque y váyase.

Aquel hombre de un metro ochenta y cuatro, cabello negro y mirada profunda y oscura impactaban a cualquiera en algunas ocasiones hasta miedo producía.

- Así será Sr. Park. Ahora mismo iré para allá.

Vio a la joven salir de su oficina y el escuchar el repiqueteo de sus tacones le hizo palpitar sus oídos. Era la tercer asistente que se iba en menos de cuatro meses. No entendía por qué renunciaban y buscaban otro trabajo. Sacó su celular del primer cajón del lado izquierdo de su escritorio, buscó un número y llamó.

- ¿Estás ocupado? Ok, te veo en el café de enfrente.- terminó la llamada y salió de la oficina.

Fuera de ella estaba Hanna, su secretaria personal atendiendo una llamada.

- Claro que sí Sr. Derek, en cuanto el Sr. Park salga de la reunión le daré su mensaje y me comunicaré con usted. Gracias. Que tenga un bonito día, adiós.- resopló cuando ya había colgado el teléfono.

- Aún sigue llamando, eh?.- decía con una sonrisa de lado.

- Tienes que llamarlo o al menos dime que tengo que decirle y yo hablo con él Chan Yeol.-
Hanna llevaba trabajando a su lado desde hacía casi cuatro años. Comenzó a trabajar para su padre poco antes de cumplir los 17 años, inicio dando sus prácticas mientras estudiaba y luego la contrató, su padre fue el único que le dio la oportunidad de un trabajo después de graduarse y un par de meses después se hicieron grandes amigos. No tenía hermanas así que ella era lo más cercano a tal parentesco.


- Lo sé Hanny. Dile que mande su Demo y lo escucharemos. ¡No prometas nada que no podamos cumplir, ok?!


- Ok.- aceptó la advertencia del mayor. - ¿A dónde vas? Tenemos pendientes algunos documentos y algunas cartas que responder.


- Sólo iré a tomar un café con mi hermano.


- Oh, qué bien. Salúdalo de mi parte por favor.- le dijo sonriendo.


- Lo haré. Te traeré un descafeinado.- dijo caminando ya hacía el elevador.


Ocupaba una mesa al fondo del local con un periódico en las manos. Sentía las miradas de algunas chicas que se encontraban como a dos mesas de donde él estaba, pero no estaba interesado. Un par de grandes manos y delgados dedos cubrieron sus ojos.


- ¿ Puedes dejar de hacer eso delante de todo mundo?.- dijo.


- No está todo el mundo aquí. Qué aguafiestas eres, mi amor.- se sentó en la silla que estaba frente a él.


El pelinegro lo miró arqueando una ceja y sonriendo de medio lado dijo:


- ¿Mi amor?


El recién llegado tomó su mano sobre la mesa y entrelazó sus dedos.


- Sí. Estoy haciéndote el favor de espantarte a las arañas trepadoras de aquella mesa. No dejan de mirarte.- explicó guiñando un ojo.


-Debes dejar de hacer eso. No puedes decidir por mi si alguien me interesa o no tonto.

Baila para mi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora