Capítulo 5- Mi realidad

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Al llegar al instituto la mañana siguiente, sólo podía pensar en lo ocurrido con Mike la tarde anterior, era lo más incómodo y sorprendente que me había pasado después del divorcio de mis padres, por cierto mi ''padre'' se había ido más rápido que una estrella fugaz pasando.

Llegué al salón, y Mike ya había llegado. Me senté y mantuve mi cabeza baja por unos segundos, luego aquel silencio se vio interrumpido por su propia voz.

— Con lo que pasó ayer, en serio lo lamento— dijo con una voz de arrepentimiento.

— Tranquilo, ya pasó— dije de una manera firme, para tranquilizar la situación.

— Gracias.

— No entiendo por qué agradeces, pero está bien— dije algo cortante.

Al tocar timbre para el recreo, salí de inmediato en busca de Dayra, necesitaba desahogarme.

— ¡DAYRA!— grité.

— ¡EY, CHICA!— respondió ella.

— Tengo algo que contarte— dije desesperada.

— ¿Qué, que dejaste a Tony por irte con Mike ayer? Tony me dijo que se sintió mal— puso sus brazos en jarra.

— ¡Si eso! me siento mal Dayra, no debí hacer eso. Y pasó algo más...— dije con postura decaída.

— ¡CUÉNTAMELO TODO NIÑAAAA!— dijo como loca Dayra.

— Cuando estaba bajando de su auto, me jaló y me besó— en ese momento Tony estaba atrás de nosotras, venía con tres batidos de frutilla que recién compró en el cafetín del instituto.

— Fantástico— dijo con una voz molesta y grave. Tiró los batidos al suelo y se largó como si tirar los batidos fuera el único propósito por el que llegó hasta ahí.

Poniéndome la mano derecha en la frente dije— ¿Qué hice?—hubo una pausa y continué— pero de igual modo... ¿por qué le afecta tanto esto?

— Porque le gustas Liza, ¿por qué no puedes ver eso?, ¿o es que no lo quieres ver?— Dayra me vio a los ojos.

Bajé la vista y Dayra se fue tras Tony, me quedé en una de las bancas del cafetín jugando la comida con mi tenedor de plástico, y con esto confirmé que si le gustaba a Tony, lo más raro es que me afectaba demasiado todo esto como para solo sentir una linda amistad de 10 años...¿qué me pasa?

A la hora de salida esperé a Tony, necesitaba hablar con él. Recordé que ese día tenia junta directiva y decidí esperarlo. Pasaron 3 horas hasta que al fin salió, me miró con incredulidad, se dirigió a su auto, me puse en pie y lo seguí.

— ¿No me piensas hablar o qué?— le grité.

— ¿Te dejó olvidada tu nuevo novio, Liza?— expresó dirigiéndose a su auto. El aparcamiento estaba demasiado caliente por el sol, parecía Bambi corriendo pero seguí.

— ¡Él no es mi novio!— exclamé— ¡Tony espera, por favor!— grité.

Al llegar a su auto, se quedó viendo la manecilla de la puerta y me volteó a ver a mí— ¡Sube!— me dijo señalando la puerta con un movimiento de cabeza.

Subí, y él también. No cruzó palabra alguna conmigo hasta que se parqueó a unas cuadras de mi casa.

— Elizabeth... ¿qué más tengo que hacer para que te des cuenta de lo que siento por ti?— me vio a los ojos y tenían un brillo tan intenso que lo único que me atreví a hacer fue bajar la vista.

Me quedé en un silencio rotundo, no sabía que responderle. ¿Aquello era una declaración de amor?

— Si hablo ahora... creo que será lo mejor. Desde hace 10 años estoy enamorado de ti Liza, siento cosas que nunca he sentido por nadie más, he tratado de ser la mejor persona para que puedas estar orgullosa de mi, pero tú solo logras verme como un amigo— dijo con una voz quebradiza y con una lagrima cayendo por su mejilla.

— Pero, ¿por qué me dices esto hasta ahora, Tony?

— Porque no estaba preparado para esto antes, necesitaba saber cómo decírtelo.

— Entiendo...— dije insegura, me volteó a ver y dijo— te besaría, no sabes las ganas que tengo de hacerlo, pero yo si voy a respetar tus decisiones y no te presionaré más.

Encendió el auto y lo puso en marcha, llegamos a casa y me despedí. Le di un beso en la mejilla y el hizo un gesto de disgusto.

— Hasta mañana— le dije

— Adiós— dijo apartando su visión de mí.

Arrancó el auto y sus llantas rechinaron, provocando una gran nube de humo que me cubrió toda.

No podía creer lo que había pasado, Tony al fin me había expresado todos sus sentimiento y yo reaccioné como una tonta quedándome más dura que una piedra.

Jamás ImaginéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora