Me despierto temblando, llorando y ahogando un grito en mi boca.
Ese sueño otra vez.
Es la cuarta vez que sucede.
Ha pasado una semana desde la muerte de Sara y el maldito mensaje en la pared. Desde entonces, cada noche he soñado lo mismo. Lo que me molesta más que ese horrible sueño, es que al levantarme, no recuerdo el rostro de la persona que asesina a mi familia, aquella que tanto dolor me causa. Tampoco recuerdo el sonido de su voz ni el por qué me resulta tan familiar.
Es como si mi mente se negara a aceptarlo y omitiera solo eso. Lo cual por supuesto, es lo que más me inquieta.
Gruño, frustrada me levanto sobre mis codos y observo a los chinches acostados a mi lado. Esos dos tienen un sueño tan pesado que no hay nada que los levante en estos momentos. Duermen plácidamente, Briza tiene una pierna sobre las mías y Almagor un brazo en mi abdomen. Como si estuvieran reteniéndome para que no escape y los deje solos.
Después de los ataques, ambos han estado corriendo tras mi espalda. No quieren estar solos y juran que si se quedan siempre a mi lado nada les pasará. La verdad es que prefiero tenerlos cerca, yo también pienso que si están a mi lado siempre podré protegerlos, perderlos nuevamente me destrozaría.
La casa, o lo que quedó de ella, es sombría. Todos están temerosos y asustados. Adif, Ariel y Azael están tan pendientes de mí que se vuelve sofocante. El resto me teme y también teme por mí. El mensaje era claro, abajo están esperando por mí y alguien me quiere sirviendo al lado oscuro. Hemos enterrado a nuestros muertos, pedido por sus almas y nos estamos organizando para luchar contra lo que todos sabemos que se avecina.
La batalla de hace días fue solo el comienzo. Algo más grande se está forjando bajo tierra y no podemos averiguar exactamente qué es lo que están tramando. Y no solo eso, ayer se descubrió el crimen de seis trabajadoras sexuales. Todas fueron degolladas y desmembradas... fue una horrible escena. Sus almas no estaban y mi nombre había sido escrito con su sangre en las superficies donde el resto sangre no manchó.
Adif está furioso... yo, bueno yo no sé cómo sentirme.
—Shhhh —susurro. Acaricio el cabello de Briza que se remueve en su sueño—. Duerme pequeña.
Suspira y se aferra más a las sabanas. Almagor se da vuelta y abraza la almohada. Sonrío al verlos tan tranquilos, pero al recordar la amenaza sobre nuestras cabezas; mi piel se eriza y la luz se filtra de mi cuerpo.
Debo entrenarme.
Aunque no he tenido otra explosión de Luz, como ese día con el halo Divino. Si he tenido algunos problemas para controlar mis nuevos "poderes". He roto demasiadas mesas ya por sostenerme de ellas. Las pocas ventanas y cerámicas que sobrevivieron al ataque, ahora están hechas trizas por las vibraciones que dejo escapar cuando me enojo o me frustro. Ayer rompí la nariz y dejé inconsciente por tres horas a Saúl, un Ascendit del norte, por burlarse de Atzel y otras muchas cosas que no puedo controlar.
Como mis sentidos. Recibo tantos estímulos sensoriales a la vez, que sufro de dolores de cabeza y mal humor. Puedo escuchar hasta la caída de un alfiler a más de cien metros de distancia. Es horrible.
Como en estos momentos. Puedo escuchar a Adif en la plata de abajo hablando con Azael, Zivia en la cocina discutiendo con Feily por las papas mal peladas, Yahir entrenando en el gimnasio, Ramuel y Jericó patrullando fuera, Elijah durmiendo y dejando su estúpida música en la radio. Adira y Adina roncando, Atzel ayudando a Pielith en la enfermería; y a todas aquellas personas que habitan la casa.
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SOMBRAS (Entre el Cielo y el Infierno #2)
ParanormalLa única forma de someterlos es con Temor. Y no hay nada más temeroso que... la Oscuridad. Trilogía Entre el Cielo y el Infierno # 2 Obra registrada en Safe Creative Rregistro: 1605127552341