Capítulo 20

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No es necesario aterrizar en casa para saber que el ambiente está pesado y algo malo va a suceder.

Puedo percibir la tensión desde varios kilometros antes. Ariel también lo siente, su suspiro cansino lo delata. Me mira y yo ruedo los ojos, ganándome una sonrisa de su parte. Sin embargo, una vez nos aproximamos lo suficiente, Ariel me toma de la mano y me da una de esas miradas donde pide que sea paciente y esté tranquila.

Lo intentaré. Le responden mis ojos.

Una vez mis pies tocan el suelo de la parte delantera de la casa, la puerta se abre estrepitosamente. Adif viene hacia nosotros hecho una furia.

—¿Dónde rayos estabas? Llevamos horas buscándote —escupe. Mira a Ariel, a mí me ignora por completo.

No sé que duele más, que me ignore o que me trate como a un oscuro.

—Estaba acompañando a Ageysha. —La respuesta de Ariel es pausada, tranquila. Trata de apaciguar a su padre con su tono de voz, no funciona.

—¿Y qué es eso tan importante que ella decidió poner tu vida en peligro?

—No estuvimos bajo ningún peligro —murmuro, Adif ni me voltea a mirar. Ariel resopla y enfrenta de manera tranquila a su padre.

—Sólo salimos a investigar algunas cosas, padre. Ageysha ha descubierto algo que puede ser muy importante. Le puede dar sentido a lo que dijeron los arcángeles.

Ante la mención de los arcángeles, Adif por fin dirige su mirada hacia mí, la sospecha evidente en ellos.

—Lo hablaremos en la reunión del consejo y de los mayores.

El rostro de Ariel pierde color y sus ojos se abren. —Espero que dicha reunión sea por otra razón diferente a la que estoy pensando.

—Sabes perfectamente que no hay opción en ello —gruñe Adif posicionándose frente a su hijo—, y menos después de lo que sucedió hace unas horas. —Sus ojos se desvían hacia mí con reproche—. Tú estarás presente.

—Padre...

—No oses cuestionarme, Ariel. Soy tu supremo, no lo olvides. —Me da una última mirada, antes de darse la vuelta. Ambos lo seguimos.

Busco la mirada de Ariel, pero mi hermano rehúye de mí. Sus ojos se humedecen y voltea su rostro para que no pueda verle. Mi corazón comienza a latir desenfrenadamente, algo no está bien.

Al llegar al salón de reuniones, todo el maldito consejo se encuentra de pie, la espada, dada por el arcángel Miguel, se encuentra en el centro de la habitación y los murmullos de oraciones aletean por el lugar.

Sólo que...

Las oraciones son cantos de exhortación.

—Lo siento —susurra Ariel, toca sutilmente mi brazo y luego se adelanta para ubicarse al lado de su padre.

Doy un paso hacia atrás, mi corazón partiéndose en mil pedazos. Miro a todos los mayores y a los hermanos miembros del consejo observarme atentamente y recitar las palabras del ritual de advertencia y sentencia.

No lo puedo creer, me niego a creer esto.

—No —siseo al sentir la energía atraerme al centro del círculo. Mis mejillas se humedecen por las lágrimas que empiezan a derramarse de mis ojos.

Vuelvo mi rostro hacia Ariel, pero él permanece con la cabeza baja. Armor, Artur y Atzel tienen la misma posición de resignación, tras la sombra de su padre y su hermano mayor. Azael no está presente, al igual que ninguna gárgola.

SOMBRAS (Entre el Cielo y el Infierno #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora