Capítulo 10

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Los arcángeles ya se han ido para cuando Ariel me deja sola en mi colina.

Por dentro muero de curiosidad por saber que sucedió con el llamado. Fue muy corto el tiempo, o eso creo. Pensé que tardarían horas, pero apenas y fueron unos minutos.

Mis sentidos regresan a la normalidad y una fuerza opresora es percibida detrás de mí. Me vuelvo inmediatamente, y casi caigo sobre mi trasero al darme cuenta de quien está frente a mí.

—¿Arcángel Gabriel?

Una sonrisa se dibuja en la perfecta boca del hijo divino. Su armadura es blanca y reluciente, cubriendo su enorme y firme cuerpo. Sus cabellos dorados parecen flotar en el aire y sus ojos, de un indescriptible color azul, brillan con diversión. Pero sus alas, del blanco más puro, las que representan la fuerza de Dios, me dejan deslumbrada. Son enormes, de más de dos metros cada una.

—Sólo Gabriel, ya todos sabemos que soy un arcángel, no hay porqué repetirlo. Eso sí, ni se te ocurra decirme Gabby, si lo haces, te prenderé en llamas.

Abro mi boca, sorprendida y desconcertada.

Sorprendida por su extrema belleza y desconcertada por su expresión divertida y cálida. Pensé que los Arcángeles son estoicos, fríos y escuetos. Blanco o negro. No hay humanidad en ellos, emociones o sentimientos.

—No tenemos mucho tiempo, Ageysha. —Me sobresalto un poco cuando dice mi nombre, mis ojos se abren para igualar a mi boca—. Y cierra tu boca, no voy a darte de comer. También tus ojos, no tengo gotas para ellos.

Vale, esto es demasiado extraño.

—Debes estar preguntándote qué hago aquí. No se supone que un arcángel visite a un Ascendit de esta manera, pero cuando Dios llama y habla, debemos cumplir. —Sigo mirándolo, congelada en mi lugar. ¿Si quiera estoy respirando?—. No estás respirando.

Oh mierda, entonces si pueden leer los pensamientos.

—No, no podemos leer los pensamientos, sólo Dios que es omnipresente lo hace; pero sí sabemos interpretarlos o anticiparnos a ellos. Tus expresiones, postura, gestos, todo tu conjunto de reacción me permite hacerme una idea de qué puedes estar pensando. —Se encoje de hombros y eso realmente me asusta. Ese gesto es demasiado humano, ¿qué más hace?—. Estás asustada, sorprendida, extrañada, curiosa y prevenida; tus pensamientos giran en torno a estas emociones. Además, tu aura está turbia. —Me tenso, él percibe la oscuridad en mí, me ha descubierto y van a acabar conmigo, esa es la ley. La oscuridad debe ser erradicada—. Tranquila, no vine para arrebatar tu alma. Estoy aquí para darte un mensaje.

—¿Un mensaje? —grazno, tratando de controlar los temblores de mi cuerpo y evitar caer de rodillas.

—Sí, es algo clasificado, sólo Él, tú y yo lo sabemos.

Le miro confundida y acongojada. —¿Miguel ni los otros arcángeles saben de esto?

Rueda los ojos y resopla—: No, sólo nosotros tres tendremos conocimiento de este encuentro, así que evita decirle a alguien esto. Ya llegará la hora en la que puedas expresar este mismo mensaje. ¿Preparada?

—Asustada más bien.

—No tienes por qué, toma —Me entrega un lirio que no sé de donde saca—. Aquí va. —Espero alguna luz o algún canto celestial junto con su mensaje, pero sólo es el arcángel Gabriel viéndose más humano, un Adonis humano, frente a mí—. Esperar en Dios es difícil, más cuando tu mente dice que nada de lo que está ocurriendo es posible. Pero, nuestros corazones, que le pertenecen a él, siempre confiaran, saben que ante todo el señor siempre nos sostiene.

SOMBRAS (Entre el Cielo y el Infierno #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora