Capítulo 21

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Ariel se ha ido.

Ariel se ha ido.

Ariel está muerto.

Mi hermano está muerto.

En mi cabeza se reproducen estás palabras una y otra vez los siguientes segundos, son gritos desesperados de mi propia mente que se rehúsa a aceptar la realidad. En el exterior, mi cuerpo... no hay reacción alguna.

Me siento entumecida, dentro de un cubo, nada puede registrarse a tiempo para mí. Miro el cuerpo inerte de mi hermano Ariel, acaba de dar su último aliento. No grito como lo hace Adif, no lloro como lo hacen Adira y Adina, que no vi en qué momento arribaron a la sala. No me lamento como lo hacen Armor y Atur, tampoco rasgo mis vestiduras como lo hacen Ramuel y otros mayores en señal de compasión y dolor para con su líder, que ha perdido a su primogénito, a su posible sucesor.

—¡Tenías que morir tú! ¡No mi hermano! Él no es el traidor, él no tiene la culpa de tus atropellos. ¡Maldito! ¡Maldito!

Atzel continúa retorciéndose y gritando a todo pulmón. Azael y Darona, toman a mi hermano y lo sacuden, intentado callarlo, pero él sigue gritando con todas sus fuerzas.

—La oscuridad está cerca, y vendrá por todos nosotros. —Sus ojos, rojos por las lágrimas que derrama por su hermano, se fijan en Adif—. Vendrá por ti padre y cobrará todos los pecados que cometiste. Ageysha nos hará pagar a todos por nuestros pecados. Seremos purgados... la oscuridad vendrá a reclamar lo que es suyo.

—¿Cómo pudiste? —Me vuelvo hacia la voz de Ramuel, el hermano me mira con odio—. ¿Desde cuándo tenías esto planeado?

—¿Qué? —jadeo, saliendo de mi embotellamiento mental—. No puedes acusarme de esto. ¡No puedes acusarme de todo lo que está sucediendo!

—¡Claro que puedo! —grita por sobre los lamentos del resto—. Todo esto es por tu culpa. Has permitido que la oscuridad llegue hasta nosotros. Tú la has traído. Tú nos has expuesto a ella.

—¡Maten al traidor! —pide Ufara. Me levanto y tomo posición frente a mi hermano Atzel que continua murmurando incoherencias. Miro su aura y para mi desconcierto, el blanco puro de la misma es ahora turbio.

—¿Qué hiciste? —susurro. Sus ojos encuentran los míos, el peso de lo que acaba de hacer asentándose en ellos.

—Lo que tenía que hacer. —Intenta extender su mano para tocarme, pero Azael no se lo permite—. Cosas que jamás imaginaste están por pasar, Ageysha. La oscuridad es la que permitirá que este mundo sea sanado y purgado. No te niegues a ella, déjala llegar a ti, déjala tomarte... y cuando lo haga, tu corazón sabrá que hacer con ella y como usarla para transformar este mundo en lo que necesitamos, en lo que Él necesita. Toma tu lugar, princesa.

—¡No me digas así! —estallo. Levanto mi mano para golpear a Atzel, llevada por la ira, pero antes de chocar mí puño con su piel, la sensación viscosa se esparce por mi cuerpo. Y no soy la única en sentirla.

—Ya están aquí —susurra Atzel, con una sonrisa que transforma su rostro, su dulce rostro, en algo completamente diferente—. Llegó la hora de la verdad.

Azael debió haber aflojado su agarre de Atzel, por ello, tiene la oportunidad de llevar su propia mano a su pecho y... purificarse.

—¡Atzel! —grito, pero ya es tarde, su alma sale de su cuerpo y desciende.

Una explosión sacude toda la casa. El cristal de las ventanas se rompe y todo empieza a vibrar y temblar. Los gritos no se hacen esperar. Adif toma el cuerpo de Ariel y lo deja bajo el altar. Su alma no ha sido purificada todavía y no entiendo porqué razón. Azael ordena a las gárgolas llevar a los Ascendit que no son guerreros al refugio. Adif ordena a los guerreros Ascendit que protejan a cuantos puedan y se preparen para luchar.

SOMBRAS (Entre el Cielo y el Infierno #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora