20: Reconociendo mi entorno.

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La noche era pacífica, como siempre, y en aquel sitio sin infantes era más pacífico aún. Apenas se escuchaba el crujir de la cama cuando me removía un poco, aunque claro, cama no me faltaba usando el cuerpo del zorro como tal, después de todo, su aroma me volvía loco.
Ya llevábamos varios días viviendo con Mamá Elisabeth, y a ella no le molestaba, al contrario, le agradaba que le hiciéramos compañía, aunque hace unos días ocurrió un pequeño accidente.
Mientras nosotros... Ya saben... "Procreabamos"... El momento era así:

La respiración jadeante del zorro en mi nuca, seguido de uno que otro beso en mi cuello que me hacían jadear o morder mis labios. Era un momento propio, privado, pero por alguna razón de la vida, cosas pasan.

- Ahm... Thomas... - Susurró el zorro mientras me abrazaba despacio, mordiendo mis orejas despacio.
- S-Si? - Estaba completamente extasiado en ese momento, no prestaba atención a las cosas.
- Verás... No... Me puedo salir... - Susurró en un tono nervioso, acariciando mis caderas despacio.
- Como que no?
- No puedo. - Siguió insistiendo antes de tirar de mis caderas, haciendo notar lo que menos le esperaba.
- Estamos pegados, Thomas. Sabes lo que eso significa?
- Un dolor en el culo?
- Aparte. Significa que te estoy fertilizando, vas a tener un hijo!
- No me jodas... - Lo que menos esperaba, estaba pasando, me quedé pegado a Louis, y ni siquiera podía verle a los ojos. Me dolía con tan solo moverme, y el parecía disfrutarlo.
- No me puedo embarazar, soy hombre, idiota. - Susurré antes de intentar moverse, sintiendo más dolor.
- No te muevas. - Respondió el zorro. - Vas a lastimarte mucho más, y no queremos eso, o si? - Susurró mordiendo mi cuello de nuevo.
- Bien! Me quedo aquí!

Jamás me hubiese pasado por la cabeza que la puerta estuviera mal cerrada, y que de aquella saliera Mamá Elisabeth. Por suerte, las sábanas nos cubrían, y parecía que estaba sobre mi.

- Que hacen ustedes dos?
- Ay, no... - El rostro se me caía de la vergüenza, no formulaba una respuesta que no fuese sonrojarme.
- Jugamos Luchitas! Es sólo que... estamos descansando, si.. eso... - Susurró el zorro para intentar arreglar el malentendido, aunque aquella viejita comenzaba a sonrojarse.

- Voy a echarles agua fría encima! Par de calenturientos! - Exclamó antes de salir de la alcoba, probablemente por agua.
- No... - Susurré mirando de reojo al lobo, quien estaba moviendo la cola de felicidad. Nunca cambiaré de opinión, es un completo idiota.

Finalmente, aquella viejita regresaba con el balde, echándolo sobre ambos para que Louis pudiera despegarse, aunque aquella se sonrojó nuevamente, pues término por ver más de lo indebido.

- Quieres cinturones de castidad también? Estos niños de hoy en día sólo piensan en sexo. - Exclamó antes de sacarse una sandalia, comenzando a golpearnos con esta. Si, suena estúpido, pero digo, sirve que les cuente algo de lo que viví mientras se quedaban en hiatus.

Más tarde, pude reconocer a varias personas del vecindario, algunos chicos que no veía en mucho tiempo, aquellos mocosos que estaban crecidos que ahora eran vagos. Rayos, siento que me fui por siglos de este vecindario.

- Thomas, te trae recuerdos? Esa es mi casa. - Susurró el zorro, apuntando a una cada, que ahora estaba deshabitada, probablemente vandalizada.
- Me gustaría echar un vistazo, pero tengo miedo de que me salte algún delincuente y te robe para él. - Mencionó abrazándole con fuerza.
- Aja... Ja ja ja... - Reí de forma sarcástica antes de tomar sus manos despacio, mirando a otra dirección para despues suspirar.

Realmente, todo era familiar, pero nada era lo mismo. Casas pintadas de otros colores, edificios nuevos, y una que otra zona baldía en donde eran casas.

- Que dices? Quieres ir a pasear? Podríamos recordar los momentos de cuando éramos niños. - Mencionó antes de abrazarme con cariño y de forma sobreprotectora.

- Bien, salgamos. - Respondí levantándome para despues caminar en dirección a la calle, suspirando despacio.

Pasaron minutos mientras caminabamos por las calles de aquel sitio, sonriendo cada que recordaba algo de mi niñez. Todo era bastante lindo de cierto modo.

- Recuerdas que allí nos pusimos a comer hormigas? - Susurró apuntando a un árbol.
- Uh si... Eran gigantescas. - Respondí antes de sentarme en una banca, suspirando un poco. Ya habían pasado horas desde que habíamos salido, por lo que decidimos que era hora de regresar a casa.

- Oye, Thomas, quiero recordar uno de mis mas grandes recuerdos. - Exclamó el zorro antes de reír un poco, acercándose a mi para cargarme.
- Hey! Bajame! - No me gustaba que me cargará cual doncella en apuros cuando estábamos en público, me ponía bastante rojo, y sentía que ya estaba quedándome más que rojo, como bombillo de Navidad.

- Anda, espera. - Susurró sentándose en el césped de el patio de aquella casa, levantándose.
- Que pasa? - Pregunté. - Por que me dejas aquí?
- Porque quiero recordar algo que hice antes de irme. - Susurró antes de estirarse un poco. Parecía que temblaba de nervios.
- Y que es eso? - Pregunté cuando estaba finalmente de pie. No entendía que quería.

- Thomas...~ - Susurró antes de acercarse a mi lentamente, casi a derribarme.
- Feliz cumpleaños.~
- No es mi cumpleaños.
- Shhh... Voy a darte tu regalo. - Nuevamente, tomó mi rostro justo en las mejillas para hacerme mirar hacia arriba, notando como se acercaba con lentitud, posando sus labios sobre los míos en un cariñoso y cálido beso. Permanecimos así por unos minutos, y en todo ese tiempo, sentí nuevamente todos aquellos animalejos que hace años había sentido cuando me beso por primera vez. Llevaba mis manos a su cuello, abrazándole con cariño mientras inclinaba mi rostro poco a poco para profundizar aquel cálido beso.

Cuando el aire comenzó a faltarnos, nos separamos muy lentamente, suspirando en los labios ajenos el uno con el otro.
- Woah...
- Se sintió como la primera vez...~
- Se sintió... Bien... Mucho. - Susurré antes de reír un poco, moviendo mi cola ligeramente antes de tomar sus manos.
- Será mejor entrar a la casa, no queremos que Mamá Elisabeth nos vuelva a echar agua helada de nuevo, o si? - Mencioné antes de caminar en dirección a la casa.

Todo era bueno, pero todo de volvió negro en el ambiente cuando entre fe nuevo a mi antigua casa. Se sentía todo frío, como si nadie viviera allí, ni siquiera las velas de la mesa calentaban el ambiente, seguía congelado.

- Mamá Elisabeth? Dejo el refrigerador abierto? - Ya habia pasado, por lo que supuse eso principalmente. Nos adentramos a la cocina para cerrar la puerta del refrigerador, pero este estaba cerrado.
- De seguro se quedó dormida. - El zorro alzó los hombros, y decidió preparar algo para ambos. Yo en cambio, quería avisarle a Mamá Elisabeth que ya habíamos llegado a casa.

Busque por las habitaciones en donde supuse que estaría, pero no la encontré, hasta que decidí ir a la habitación de ella, quizás estaba dormida. Al entrar, estaba una pequeña chimenea encendida. La había olvidado por completo. En el sillón frente a ella, estaba ella. Tenía la mirada perdida al fuego, y su rostro mostraba una linda pero débil sonrisa.

- Mamá Elisabeth, ya llegamos. Quiere que le preparemos algo? - No respondió, parecía estar dormida.
- Mamá Elisabeth, esta dormida? Le voy a dejar descansar... Duerme con los ojos abiertos...?

Hm...?

. . .

Mamá...?

. . .

M-Mamá...?

Soy Doble ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora