Una pesadilla

129 20 3
                                    

                  

-¿Qué haces?- Mi voz es temblorosa y siento como si en cualquier momento se me fuera a quebrar.

-Voy a ayudarte.- Me responde Scott y tengo que admitir que siento el miedo crecer dentro de mí.

-No –Grito –Aléjate de mí.

Sus pasos se alargan y se me acerca más rápido. Cuando bajo la mirada mis pies están pegados al suelo a mitad de un bosque familiar. Siento como el viento sopla mi cabello y mi corazón palpita con tanta rapidez que casi se escucha en un solo tono. Mi mente se queda en blanco cuando veo a un lobo, más grande de lo normal, correr directamente hacia mí.

Y entonces nada.


Me despierto jadeando y sintiendo las gotas de sudor resbalando por mi frente. Tomo grandes bocanadas de aire al notar que solamente había sido un extraño sueño.

O más bien una pesadilla.

Un flashback de lo que sucedió hace pocas horas, vuelve a mi mente.

¿Qué intentaba hacer Scott? Me he asombrado. No lo creí tan imbécil.

Me levanto de la cama y bajo a la cocina para beber un poco de agua. Jamás había sentido tanta adrenalina en un sueño. Parecía tan real...

-¿No puedes dormir?

Me sobresalto al escuchar esa voz y automáticamente se me detiene el corazón.

-Qué –Es como si me quedara sin oxígeno -¿Qué haces aquí, Nathan?

-Bueno, no es una linda forma de recibir a...

-¿Cómo es que entraste aquí?- Dije entre dientes –Sal en este momento.

Jamás había visto la mirada que tiene ahora. Nunca había sentido una presencia tan pesada, un ambiente tan molesto e intrigante.

-Quiero que me acompañes a un lugar.

Lo observo detenida y cuidadosamente y me está mirando de una manera muy intimidante acompañada con una sonrisa un tanto atractiva.

Miro el reloj que está justo arriba del refrigerador y marca las tres en punto de la mañana.

-¿Te volviste loco?- Empiezo a asustarme.

-Vamos.

-¡No saldré contigo a estas horas, Nathan! ¿Desde cuando entras a casas de desconocidos sin permiso?

-¿Ahora soy un desconocido?- Sonríe.

Buen punto. Me quedo en silencio y lo que me viene a la mente son mis padres. ¿No nos escuchan gritar?

-Es urgente, Taylor.- Esta vez los dice gruñendo.

-¿Dónde están mis padres?

-Les di algo para dormir –Explica –Y te juro que si no me acompañas en este momento, los haré dormir para siempre.

Está furioso. Nunca lo he visto así.

Camino lento hacia la puerta. Estoy en pantuflas y en pijama. Ni siquiera tengo un arma. Dios mío, ¿Qué me va a hacer? Nathan no me haría daño, lo sé.

Salimos de la casa y no puedo evitar mirar hacia todo lado. Estamos caminando, eso significa que el lugar a donde sea que estamos yendo, es cerca de aquí. Nos desviamos por un callejón y cuando miro hacia atrás, estamos dejando todas las casas atrás, luego vuelvo a mirar hacia el frente y me doy cuenta de que estamos frente a un bosque.

-¿Qué me vas a hacer?- El miedo en mi voz es evidente.

Nathan no responde.

Me freno de golpe y empiezo a dar pasos hacia atrás. Ya no pienso seguir caminando.

-Vamos.- Dice sin volverse.

-No.- Susurro.

-¡Es una orden!- Grita y luego se gira hacia mí –Taylor, sólo te quiero ayudar.

Esto era lo que sucedía en el sueño. Pero no era Scott el que me decía esas palabras, era Nathan.

-Dime que vas a hacerme.- Le exijo y noto que sus ojos se vuelven de color rojo intenso y ahogo grito.

Nathan cierra los ojos un momento y gruñe furioso. Cada vez me da más miedo.

-Voy a ayudarte.

Mis piernas instantáneamente empiezan a correr y no me queda más que adentrarme al bosque y perderme de su vista. Corro sin parar e intentando no tropezarme con el montón de ramas y arbustos que se cruzan en mi camino.

Cuando siento que he logrado escapar me detengo un momento sin dejar de mirar atrás.

-¿A dónde ibas, Taylor?- Cuando volteo, Nathan está recostado en el tronco de un árbol.

-Pero qué rayos...

Yo sabía que Nathan me seguía aquel día que caminaba a casa. Yo sabía que no era normal el verlo actuar tan extraño en la tarde cuando estábamos en el centro comercial.

Algo va mal.

Escucho a mis espaldas como si un perro gigante estuviera corriendo hacia mí y vuelvo a girar.

Pego un grito al ver a un lobo. Por mi mente justo ahora pasan un millón de cosas. Pero en lo que más me concentro es en que mi pesadilla se está volviendo realidad.

-¡No, por favor!- Es lo único que logro decir antes de caer al suelo.

Me toco la cabeza por el fuerte golpe que me di al caer al suelo y cuando miro mis brazos están sangrando por los raspones de las ramas. Intento ponerme de pie pero siento como todo me da vueltas. Por un momento no puedo escuchar nada más que un zumbido.

Segundos después todo se vuelve claro.

El lobo no me atacó a mí. Está...

Está atacando a otro lobo.

Nathan, ¿dónde está?

Empiezo a correr a toda velocidad, lo más rápido que puedo y no paro de gritar ayuda.

Y entonces, alguien me toma de la cintura y me tapa la boca y los ojos. Intento soltarme de su agarre pero no lo consigo. Pataleo e intento golpearlo o morderlo pero no cede. Es increíblemente fuerte.

-Te vas a calmar, no quiero hacerte daño.- Me susurra al oído y me doy cuenta de que conozco esa voz muy bien.

Una parte de mí se siente un poco más segura, pero la otra, la que gana, está mucho más aterrada de lo que pensé.

-Scott, no me hagas daño por favor.- Sollozo y el suaviza un poco el agarre mientras me carga y me lleva hacia mi casa de nuevo.

-No lo haré.

Su voz es diferente. Se escucha comprensiva, amable e incluso cálida y afectuosa.

-Déjame verte.- Le pido, ya que está cubriéndome los ojos con sus mano.

-No llevo puesto camisa.- Advierte.

¿Qué hace sin camisa? ¿¡Qué hacía ahí en el momento en el que Nathan prácticamente me estaba secuestrando!? No entiendo nada.

-¿Qué hacía aquí, Scott? ¿Por qué no me ayudaste? ¿Acaso mis gritos no se escuchaban en el bosque?- Me siento herida sin saber por qué. Si Scott estaba ahí, ¿por qué no me ayudó?

-No lo entenderías.

-¡Explícame entonces!

-Taylor, no puedo.

Siento como si hubiera saltado un edificio y de pronto, estoy en mi habitación y Scott está recostándome en la cama.

-Si no me dices ahora, no quiero que vuelvas a aparecerte en mi vida nunca más.- Me harté de juegos. Además, sé que no me dirá. Ni siquiera le importa tenerme en su vida o no, ¿por qué habría de decirme?

-Soy un hombre lobo.

Fue ahí cuando el miedo me consumió completamente y todo mi mundo desapareció en ese instante.

NIGHTFALL (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora