Capítulo 3.

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Día 3: Miércoles. 

A las tres menos diez, Gabriela se presentó en el último piso, en el que estaban las oficinas del presidente, vestida con un traje de chaqueta verde oscuro, su cabello perfectamente sujetos en una coleta, pero los ojos color cafés sin brillo, la palidez marcando sus delicadas facciones.

Llevaba dos noches seguidas sin dormir.

Había estado dando vueltas y vueltas en la cama, pensando si Manuel sabría que ella tenía un hijo. 

Manuel, que una vez había declarado tener un amigo "atrapado" para siempre por una buscavidas que se había quedado embarazada a propósito. 

¿Habría mirado Manuel el archivo personal?

Si fuera así, se habría enterado de que Gabriela había dado a luz un niño prematuro, ocho meses después de que ellos rompieran. 

En el papel que Geovanna le había dado decía que se presentara directamente en el despacho del presidente de la empresa, y nerviosa, llamó a la puerta antes de entrar. 

Manuel estaba al teléfono, su duro y marcado perfil muy serio. El le indicó que se sentara en la silla que había frente a su mesa mientras seguía hablando. 

Gabriela obedeció, manteniendo las manos en el regazo para disimular que estaba temblando. Intentaba recordar lo que era el lenguaje corporal defensivo, porque estaba segura de que Manuel lo conocía y no quería darle pistas. 

Mientras lo miraba, un dolor en el corazón que era casi insoportable la mantenía tensa. 

Manuel Padilla la había reemplazado por otra mujer sin decírselo. Pero, claro, había circunstancias "importantes" para justificar su comportamiento. 

Y la verdad era que Gabriela aún no había podido olvidar su aventura con él. Jamás la olvidaría. 

- Perdona -se disculpó él después de colgar, levantándose para pasear por el despacho con la energía que lo caracterizaba-. Deja de mirarme como un ratón asustado, Gabriela. No te he pedido que vengas a mi despacho para pegarte ni para despedirte. Lo creas o no, puedo soportar que me abandonases sin comportarme como un hombre sin cerebro. 

¿Aquel era el mismo hombre que catorce meses antes le había gritado: "A mí no me deja ninguna mujer"?

Cuando sus ojos se encontraron con los prodigiosos ojos miel bajo dos rectas cejas oscuras, Gabriela se sintió hipnotizada, con el corazón acelerado, la mente en blanca... 

Afortunadamente, Manuel seguía hablando con aquel rico acento suyo que era como música en sus oídos. 

- Necesito una ayudante personal para el próximo mes -estaba diciendo, mientras se acercaba a la ventana con movimientos gráciles como los de un tigre-. Tú eres rápida e inteligente y no me irritas con preguntas estúpidas. Cuando me vaya de aquí serás ayudante ejecutiva del equipo de dirección.

Desconcertada por esas palabras, Gabriela se apoyó en el respaldo de la silla. Estaba claro que había reaccionado de forma exagerada ante la llegada de Manuel, confundiendo su natural sorpresa al verla con hostilidad. 

¿Ayudante personal? -repitió. 

Manuel mencionó un salario que hizo que le diera vueltas la cabeza y después miró su reloj de oro con gesto impaciente. 

- Si quieres el puesto, es tuyo. Empiezas mañana. Hablaremos más tarde sobre cuáles serán tus obligaciones porque ahora mismo tengo prisa. 

- Lo aceptó... -se escuchó decir Gabriela a sí misma, aunque su fría indiferencia, después de lo que habían sido el uno para el otro, era para ella como un cuchillo. 

Guapo, Rico & Griego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora