Capítulo 10.

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Día 9: Martes por la mañana. 

Manuel llamó a Gabriela a las nueve y media de la mañana. 

- No llegaré a la oficina hasta más tarde. Solo llamo para decirte que no hagas planes para el miércoles por la noche...

- ¿Por qué?

- Porque es el día de la fiesta de cumpleaños de Jazmín. Tú serás mi anfitriona -le informó Manuel con tono humorístico-. Y no puedes elegir, Gabriela. Quiero que estés allí. 

- Pero yo preferiría...

- Eres mi ayudante personal y esta es una petición razonable. Si quieres que mantengamos una relación profesional, empieza a tratarme como tu jefe. 

Ante el serio recordatorio de quién era, Gabriela se puso colorada. Se sentía seriamente tentada a dejar caer la cabeza sobre la mesa y ponerse a llorar. 

La noche anterior por fin se había enfrentado con los fantasmas del pasado y había descubierto algo aterrador. Estar cerca de Manuel la destrozaba porque seguía enamorada de él. 

Y saber que Manuel deseaba volver con ella era más de lo que podía soportar. 

Una segunda oportunidad, le decía una vocecita loca, avergonzándola e irritándola. Porque, ¿qué podía ser mas imposible que sus particulares circunstancias? 

Manuel Padilla no tenía la menor idea de que había tenido un hijo suyo. Se habían separado antes de que ella supiera que estaba embarazada. Y había algo peor, el embarazo había sido, en realidad, culpa suya. Gabriela estaba triste por la muerte de su madre y había olvidado dos veces tomar la píldora anticonceptiva. 

Manuel la había llevado a París creyendo que un romántico fin de semana en la ciudad del Sena podría secar sus lágrimas y alegrarle la vida. Y, aunque no disipó su tristeza, al menos había pasado la noche en sus brazos. Alex había sido concebido en París. 

Durante la hora del almuerzo, Alex y ella habían ido corriendo de compras. Como siempre, era una lucha mover el carrito entre la gente, pero al niño le encantaba salir de paseo. De vuelta en el edificio de Sistemas Devlin, Gabriela se dirigió a la guardería.

Y cuando vio a Manuel de pie frente a los ascensores, era demasiado tarde para hacer nada más que pasar a su lado, saludándola absurdamente con la cabeza. Manuel se quedó atónito al verla empujando un carrito de niño y Gabriela palideció. El tiempo pasaba tan despacio... los ascensores parecían no llegar nunca. Por fin, se abrieron las puertas de uno de ellos, pero Manuel seguía mirándola. Vio por el rabillo del ojo que Manuel vacilaba antes de dar un paso hacía ella. 

- ¿De donde has sacado a ese niño?

El corazón de Gabriela amenazaba con saltar de su pecho y tenía un nudo en la garganta que le impedía respirar. 

- De la guardería...

- ¿Qué guardería?

- Sistemas Devlin tiene una guardería...

- ¿En serio? -murmuro Manuel, frunciendo el ceño-. Pues no sé por qué nadie me lo ha dicho.

- Está al lado de la cafetería. Supongo que pensarían que no estabas interesado -susurro Gabriela, nerviosa.

- ¿Y de quién es el niño?

Toda su vida pareció pasar frente a los ojos de Gabriela en ese momento.

- Es... mío -consiguió decir. 

Manuel la estudió en silencio, perplejo. Y entonces sus ojos se oscurecieron. 

- ¡Gracias por decírmelo! -exclamó, con una furia increíble. 

Y, sin decir otra palabra, entró al ascensor. 

Guapo, Rico & Griego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora