Capítulo 17.

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Día 11: Jueves por la tarde.  

Manuel se habría casado con ella. 

Pero no había mencionado la palabra amor. Sin duda la habría hecho sentir terriblemente mal si se hubiera casado con él, se decía a si misma. 

Sin duda los dos habrían sido infelices. Él no la amaba entonces y un año después, incluso su respeto por ella había desaparecido. 

- Parece muy listo... -estaba diciendo Manuel, observando a su hijo de seis meses reír mientras buscaba bajo el almohadón el conejito de terciopelo que su padre intentaba esconderle. 

- Ya -murmuró Gabriela, sentada muy rígida en el salón de la casa de Manuel, estudiando al hombre y al niño, el pelo negro, la piel dorada, los ojos oscuros que delataban el parentesco. 

Él llevaba una hora haciendo preguntas sobre su hijo. Lo que le gustaba, lo que no le gustaba, como dormía, como había sido el parto, si era grande o pequeño comparado con otros niños de su edad, si era inteligente comparado con otros niños de su edad...

Para ser un hombre que no sabía nada sobre niños parecía saberlo todo, incluyendo el hecho de que Alex había sido prematuro. 

¿Por qué no se había dado cuenta de que él podría ser el tipo de hombre dispuesto a ponerse de rodillas en la alfombra para hacer el avión o el caballo, aunque llevara un traje italiano que costaba miles de libras? Manuel no dejaba de mirar a Alex con una expresión de sorpresa y orgullo en el rostro. 

Aparentemente, descubrir que era padre había sido una fuente de alegría para Manuel Padilla. 

- Se esta quedando dormido -murmuró el hombre, cuando Alex abrió la boquita para bostezar, mostrando el principio de un diente. 

- Es la hora de su siesta. 

- ¿Por qué no me lo habías dicho? 

- Dormirse un poquito más tarde no le hará daño. 

- Pero debería seguir con su rutina diaria ahora que esta fuera de la guardería y que por fin puedes atenderlo... 

Gabriela la miro, perpleja. 

- Siento mucho haber tenido que abandonar a mi hijo para hacer lo que hacen millones de mujeres: trabajar. Tenía que ganarme la vida, ¿sabes? 

- No seas irónica. No te culpo por ello. Solo quería decir que Alex estará encantado de tenerte con él todo el día. 

- ¿Estas pensando reconocer al niño? -preguntó Gabriela, intentando que la tormenta de sentimientos heridos y furiosos que había en su interior se calmara. 

Manuel levantó a Alex de la alfombra y lo dejó en el sofá, colocando varios almohadones a cada lado del niño y comprobando que no podía caerse por ningún lado. El gesto hizo que Gabriela escondiera una sonrisa. 

- Evidentemente, vamos a casarnos. Ya he pedido una licencia especial y el matrimonio se celebrara lo antes posible. 

Manuel le estaba ofreciendo hacer realidad todos sus sueños pasados y presentes, pero en aquel momento en lo único que Gabriela podía pensar era en el terrible dolor que él le había causado. 

- ¡No me casaría contigo aunque fueras el último hombre de la tierra! 

Guapo, Rico & Griego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora