Capítulo 8.

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Día 8: Lunes al mediodía. 

Medio dormida, Gabriela alargó una mano y tocó algo peludo y poco familiar. Cuando extendió los dedos, notó que era algo frío... ¿cuero?

Gabriela abrió los ojos, desconcertada, y se encontró con una vista sorprendente del despacho de Manuel.

Un segundo después, lo vio a él, toda elegancia. 

Gabriela se sentó en el sofá de cuero, abrigada por la manta de piel en la que seguía envuelta.

- ¿Pero qué hago...?

Manuel se encogió de hombros. 

- Te encontré dormida sobre tu mesa antes de comer. Intente despertarte, pero estabas completamente agotada...

- ¡Deberías haberme despertado! -exclamó ella, sacudiendo la cabeza. Una cascada de rizos cayó entonces sobre sus hombros. Gabriela se apartó la manta y bajo los pies al suelo para buscar sus zapatos.- ¡Por favor! ¿Por qué me has traído aquí?

Manuel frunció el ceño.

- ¿Y dónde podrías dormir mejor que aquí?

- Pero tienes que haberme traído en brazos...-protestó Gabriela-. ¿Quién se ha enterado? 

- Nadie. Te traje aquí sin que me viera una sola alma -contesto Manuel con una de aquellas carismáticas sonrisas que la dejaban sin aliento-. Gabriela, esta mañana tenías aspecto de no haber descansado nada.

- Da igual -protesto ella. Intentando apartarse del poder magnético de su mirada, Gabriela se pasó los dedos por el pelo-. Estoy hecha un asco...

- A mi me gusta tu pelo suelto... como solías llevarlo -dijo Manuel, acercándose-. Es muy bonito. Muy natural. Puedo ver las mechas, los diversos tonos de negro...

La proximidad del hombre hacía que se le pusiera la piel de gallina. Tenía la boca seca y el corazón acelerado. El ambiente estaba cargado de tensión. 

Gabriela sintió un estremecimiento, pero no se movió. Tomada por sorpresa, medio dormida, no había levantado las barrearas y no podía resistir la fuerza de su atracción ni su propio deseo de que la tocara... por última vez. 

Manuel puso las manos sobre sus hombros. 

- No me dedico a acosar sexualmente a mis empleadas. Así que tú eliges si quieres marcharte o no...

Gabriela tragó saliva.

- Yo...

- Pero si no te vas ahora, no hay marcha atrás -le advirtió Manuel con voz ronca. 

Cuando Gabriela miró los brillantes ojos del hombre, se dijo que tenía que ser un sueño, un sueño del que no quería despertarse. Él la tomo por la cintura para apretarla contra su cuerpo. "No estás soñando, Gabriela".

"Estas bien despierta", le decía una vocecita.

Sin embargo, se oyó decir a si misma:

- Solo un beso...

Manuel enredó los dedos en su pelo, con un brillo de satisfacción en los ojos mientras admiraba el rostro femenino. 

- Estas regateando conmigo... o contigo misma?

No espero una respuesta y, mientras Gabriela intentaba luchar contra si misma, él puso su experta boca sobre los labios femeninos. 

En aquel momento, debilitada por el anhelo, Gabriela se sintió como una polilla frente a una llama. Y Manuel no la decepcionó. 

Se quemaba de excitación y alegría, deseando, necesitando tocarla, cerrar los dedos sobre su espeso y sedoso pelo, acariciar su arrogante cabeza oscura, poner las manos en sus pómulos altos, apretarla con fuerza contra su pecho.

Abrazarla con fuerza para no soltarla jamás...

Manuel levantó la cara.

- Son casi las seis. Cenaremos juntos... y hablaremos. 

- ¡¿Casi las seis?! -exclamo Gabriela, horrorizada, corriendo hacía la puerta. 

¡La guardería cerraba a las cinco y media y llegaba tarde para buscar a Alex!  


Guapo, Rico & Griego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora