Episodio 9: Al otro lado del espejo.

42 4 0
                                    


Era un día bonito en Hyrule. El sol se acababa de despertar y las nubes se sonrojaban ante tal belleza. Una bandada de aves multicolores se dirigía en perfecta formación hacia su zona habitual para hacer maniobras aéreas. Los pastores ya habían sacado al ganado a la llanura y se sentaban en una de las piedras de un viejo muro para charlar sobre la vida.

Uno de ellos avistó a dos jinetes con sus respectivos caballos adentrándose en la Región de las Tinieblas. Los pastores se miraron preocupados. Uno de ellos se puso nostálgico.

— ¿Creéis que volverán?

El que estaba a su lado se acarició la barba, dudoso.

— Esperemos que sí...

— Ojalá no corran el mismo destino que Fado, porque su mujer ya ha perdido la esperanza...

— Todavía no sé qué vamos a hacer con sus cabras...

— Esa hada que se lo llevó... ¿crees que era un demonio en realidad?

— Quién sabe...

Epona, la más fiel compañera de Link y la más veloz yegua del reino corría por el sendero de barro de la Región de las Tinieblas en el que muchos aventurados ignorantes desaparecieron. Sobre el equino, una chica de atuendo verde y de pelo a juego con sus vestimentas. Detrás de Epona, la seguía un caballo blanco con la imparable Impa montando en él.

Tanto la chica de verde como Impa, conocían perfectamente su destino: Ciudad del Presidio.

Taya, la caprichosa hada amarilla que se había llevado a un pastor anteriormente, volaba acorde a Epona. La sheikah preguntó:

— ¿Sabes cómo se ve ese espejo del que me has hablado antes?

La chica de verde, Saria, contestó sin dejar de mirar hacia delante:

— En mi prueba tenía un color oscuro y de él salían venas de color negro-metálico. Creo que está en una sala sin ventanas del castillo.

— ¿Y dices que, si lo rompemos, frenaremos el renacimiento de Demise?

— Así es —Sonrió nerviosa. Ni ella misma sabía con certeza qué era ese espejo—. En todo caso, si no es un portal, es al menos una fuente de energía.

Taya intervino.

— ¿Qué va a pasar con Zelda?

— Presiento que Zelda está en este mundo, en alguna parte—contestó Impa en seguida, fiándose de un sueño que tuvo hace unos días—, así que no te preocupes.

La joven hada lanzó un "¡Hey!" justo después de cruzar unos arbustos y encontrarse con la silueta de la ciudad de apariencia asiática llamada Ciudad del Presidio.

La luz del sol atravesaba las plateadas nubes y descubría el aspecto en ruinas de aquella aglomeración de edificios abandonados. Las murallas de piedra que la rodeaban no servían a penas de protección, ya que los portones principales habían perdido sus respectivas puertas y los posibles centinelas que algún día allí hicieron guardia ya no existían.

Las dos heroínas, con sus acompañantes hadas y corceles, entraron en la ciudad y la recorrieron con velocidad por la avenida principal, que iba en línea recta hacia el Castillo Oscuro, al fondo del todo.

Saria se sorprendió por el estado de la ciudad.

No había habitantes vivos en las primeras manzanas de la ciudad. Luego, aparecieron los pocos pobladores que quedaban. No parecían extraviados, pero estaban perdidos; ni muertos de fatiga, pero estaban cansados; ni muertos de hambre, pero sus cuerpos eran esqueléticos; ni muertos de sed, pero sus bocas y gargantas estaban secas; ni muertos de miedo, pero estaban aterrorizados.

The Legend of Zelda: Recovering the OriginsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora