3: las llamas de la guerra

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A la mañana siguiente en la guarida de los guardianes de la sombra, Jarman despertó cuando escucho un cuerno resonar en la cueva, se puso su nueva túnica de color negro y se colocó su espada en el cinturón, tras esto empezó a andar por los pasillos de la cueva siguiendo a otros ángeles hasta que en una cavidad iluminada por la luz del sol, en la salida de la cueva vio a Bendelom junto a otro guardián preparados para partir, la cavidad era bastante ancha y unos cincuenta guardianes de la sombra se fueron reuniendo en ella. Jarman avanzo hacia Bendelom hasta ponerse a su lado.

- Tu iras conmigo, te necesito para guiar a mis hombres hasta la isla – le dijo el líder de los guardianes.

- Está bien – contesto Jarman con gesto serio.

- Este es Aris, mi segundo comandante, cuando yo no estoy él es quien da las ordenes, te necesitara tanto como yo – presentó Bendelom y Jarman dio la mano a Aris, que parecía joven, de unos 30 años, con el pelo largo y moreno, barba no muy poblada.

Tras las presentaciones Bendelom, Aris y Jarman se pusieron de cara al grupo de los guardianes de la sombra allí reunidos, todos con túnicas negras.

- Bien, mis guardianes, mis soldados, algo oscuro se avecina, una gran guerra como nunca hemos conocido, los guardianes de la sombra no tenemos la costumbre de entrar en las guerras del resto de los ángeles, pero esta vez no podremos mirar hacia otro lado pues nuestro futuro está siendo amenazado, por eso os necesito a todos vosotros y a las otras facciones, pues esta vez entraremos en batalla y los nigrontes probaran la dureza de los guardianes de la sombra, ahora partiremos hacia la isla nocturna – arengo Bendelom a los guardianes.

Entonces todos empezaron a salir de la guarida por una gran apertura en la roca y se dispusieron a bajar la colina, lo cual les llevo un buen rato hasta que llegaron abajo al bosque y se pusieron en marcha, andando en línea recta y dejando a un lado el camino que llevaba a Amber, Jarman no podía dejar a un lado su preocupación, seguramente la princesa e Ínler se estarían preguntando donde estaba, tal vez le dieran por muerto, pero ahora tenía otros asuntos de los que ocuparse, tenía que ayudar a los guardianes de la sombra. Se puso la capucha negra que le cubría la mayor parte de la cara y siguió adelante, al lado de Bendelom.

- En nuestro viaje pasaremos muy cerca de la llanura de Céler, alguno de nosotros ira escondido entre los arboles a echar un vistazo, a ver cuál es la verdadera fuerza del enemigo que allí se refugia – dijo Bendelom.

- Déjeme ir a mí, tengo que verlo con mis propios ojos – respondió Jarman.

- Ya veremos, para esa misión se necesitara sigilo, no podemos despertar sospechas entre los nigrontes de que andamos por allí o no pararan hasta encontrarnos y matarnos.

Seguían andando a un buen ritmo, más bien rápido, pues en dos días debían estar en la isla nocturna. Ese día se dedicaron casi por completo a atravesar el bosque, anduvieron durante horas, cada cierto tiempo paraban a descansar y beber algo de agua de sus cantimploras o de pequeños arroyos que encontraban a su paso, con agua pura y fresca, en uno de esos descansos Jarman se acercó a un arroyo junto a Aris y se agacho a rellenar su cantimplora.

- ¿es increíble verdad? – pregunto Aris con tono amistoso.

- ¿A qué te refieres? – devolvió la pregunta Jarman.

- A ese agua, es increíble que con tanta oscuridad ahí fuera, que con todo lo que rodea al mundo se mantenga pura, como si nada pudiera quebrantar su brillantez, como si pasara lo que pasara pudiera seguir dando energías a los hombres y haciendo brotar nuevos árboles, pues con tanta muerte a su alrededor aguas como las que bajan por este arroyo impedirán la muerte total de nuestro planeta, esto es lo que nos da vida – respondió el guardián y Jarman sonrió.

Ángel Caído: El regreso de los caídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora