No la veo, no me baña su doloroso color,
ni la oigo correr sobre las piedras,
ni mis manos la tocan,
ni mis cabellos se oscurecen,
ni siquiera mis huesos se ponen amarillos,
ni aún mi saliva es verde amarga y pálida.No la he visto, no, no la he sentido
en mi propia sangre revolotear
como pájaro perdido llorando
o nada más en busca de descanso.La poca sangre de mi interior descansada para un día anterior.