11. Código rojo

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Previamente:

—Mentí. Tu día si puede empeorar.— soltó neutral la criatura al ver que el agua adquiría un color ligeramente rojizo.


Un gran silencio se apoderó del cuarto de baño. La chica no se movió ni dijo nada, sólo se limitó a tensar su cuerpo. Ambos ojos azules se abrieron más de lo normal.

—¿Por qué se está poniendo roja el agua?— con nerviosa voz, cuestionó la Cheng sin cambiar su actitud.

Tikki no dijo nada al instante: la pequeña criatura no sabía si preocuparse o empezar a reír. —Digamos que...— se acercó a su contraria. —Te haz convertido en toda una señorita.— De nuevo, el silencio apareció en la sala.

«¿Señorita? Pero si yo no...» pensó el Agreste hasta procesar correctamente la información. De inmediato, su ya sonrojado rostro aumentó su tonalidad, la adolescente parecía un tomate vivo. Un grito se escuchó en el lugar, el pánico y la pena empezó a apoderarse de la estudiante.

A los pocos segundos de salido la fuerte exclamación de angustia del verdadero Adrien, se escucharon tres golpes en la puerta. —¿Marinette? ¿Te encuentras bien?— se trataba de la madre de la mencionada.

«No. Absolutamente no lo estoy.»

—Eh? ¡S-si mamá!— la azabache trataba de ocultar su gran nerviosismo. —Casi me resbalo con el agua, sólo eso.— justificó la dama para después reír falsamente.

—Ya veo... Si necesitas algo, avísame, ¿de acuerdo?— dulcemente advirtió la adulta.

«Desearía regresar a mi propio cuerpo» se dijo mentalmente la chica, pero ésta simplemente contestó un "de acuerdo".

—¿¡Qué hago, Tikki!?— preguntó Marinette con gran preocupación y vergüenza, mientras movía sus manos aleatoria y agitadamente fuera del agua.

—Espera un segundo... Mientras trata de lavarte el cabello.— indicó la Kwami para después salir de la habitación.

—Aunque digas eso...— musitó la muchacha después de irse la criatura mágica. Sentimientos de pena, nerviosismo e incluso curiosidad invadían al joven. —No voltees hacia abajo, Adrien.— se decía a sí mismo. Trató de lavar su cabellera lo mejor y lo más rápido que pudo; al término de esto, Tikki había aparecido con un pequeño paquete entre brazos.

—Tendrás que ponerte esto.— indicó la carmesí. De nuevo, los nervios invadieron al corazón del interno chico; sabía, gracias a la escuela, de que se trataba. —Si no quieres que una desgracia ocurra, tendrás que ponértela.

—¡No puedo!— soltó llena de color rojo la azabache mientras cubría sus ojos con ambas manos. La Kwami simplemente exhaló resignada.

—De acuerdo... Lo haré yo.

—Gracias Tikki... ¿Te he dicho que te amo? Porque es verdad.— dijo la de azules ojos mientras éstos se iluminaban y en su boca aparecía una sonrisa grande.

La carmesí rió un poco. —Deberías de decirle eso a Marinette.— aconsejó la pequeña. Si no hubiera sido porque la chica no podía sonrojarse más, un fuerte color rojo hubiera aparecido en ella.

Esquivar aquel comentario o continuar hablando de su no-tan-pequeño problema; esa era la cuestión. La mente del Adrien real estaba hecho un completo desastre.

—Ya puedes salir.— advirtió Tikki. La de intenso rojo le hizo caso y de inmediato salió de la tina para colocarse la ropa interior: primero la inferior y luego la superior.

—¿Y ahora qué hago, Tikki?— preguntó con nerviosismo la dama, le resultaba imposible tranquilizarse ahora.

—Vamos a la habitación. Allí podremos pensar con más tranquilidad.— aunque la Kwami dijera eso, ambos sabían que era imposible. La dama se colocó la bata y salió rápidamente de la habitación, no sin antes retirar el agua de la tina.

[ML] Atrapados en otro cuerpo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora