20. Joya quebrada

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Previamente:

Ladybug y Chat Noir son... ¿¡Marinette y Adrien!?

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—¿Podemos hacer algo?

—No lo creo, jovencita.

—Así que... ¿Este es el final?

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París se paralizó, se detuvo. En aquellas pantallas gigantes aparecían las personas que tanto admiraban; los chicos en los que adultos y ancianos confiaban. Allí estaban los honorables héroes de París, Francia.

Allí estaban Marinette Dupain-Cheng y Adrien Agreste.

Al parecer, la venganza de Melancolique Copie estaba hecha. No necesitaba destrozarlos con golpes, un golpe social a nivel nación dolía más, mucho.

—¿Ma... Marinette?— mencionó débilmente Lady Wifi. Tal vez si cuerpo fue corrompido, pero si alma no. Si Alya se hubiera encontrado al cien por ciento en aquella escena, su corazón se hubiera roto allí mismo.

—Adrien... Hermano...— seguido, dijo el creador de burbujas. Su conmoción también fue fuerte, al grado de romper aquella burbuja en donde estaba el par encerrado. Los chicos cayeron desde una altura no tan alta para provocarse daño, pero se mantuvieron sobre la azotea.

Estaban expuestos, se sentían débiles, tontos, confundidos. ¿Cómo iban a seguir con sus vidas después de ésto? Todo el muendo los miraría con admiración, tal vez. Algunos otros les brindarían un rostro de desprecio y otros pocos de inseguridad. ¿Que iban a hacer?

Antibug se mantuvo en silencio. Aquella persona que amaba tanto era la misma a la que odiaba. —¿Panadera?— se atrevió a preguntar.

Como si lo único que hubiera necesitado este trío era hablar, ambos bajaron lentamente al concreto, frío y áspero, para luego volver a envolverse en una estela oscura. Después de un par de segundos, regresaron a ser los chicos que normalmente solían ser. Se veían cansados y confundidos, por lo que en vez de seguir cuestionando a sus amigos, tomaron una siesta en plena calle.

En ese mismo momento, las grandes pantallas desaparecieron; aunque esto no servia de nada, ya que todo mundo fue testigo del gran hallazgo.

—Ahora...— siguió la niña maligna.

«¡Sus miraculous! Tómalos de una vez» ordenó Le Papillon desde su cabeza. De inmediato, la pequeña se acercó al dúo abatido; cuando se encontraba caminando por la azotea, a pocos pasos de ellos, una voz la detuvo.

—¡Hija!— se trataba de una mujer de edad temprana, su físico era delgado de piel blanca y cabello castaño claro. —Detente, por favor. ¿No ves que le haces daño a las personas?— estalló en lagrimas. —Te necesito cerca mío. Hace semanas que no te podía encontrar; te extrañamos mucho en casa: tu papá, tu hermana y yo.

Copie no sabia como reaccionar. Se quedó pasmada mientras observaba como la mujer que le dio la vida lloraba por ella. En su mente, un hombre de edad avanzada le gritaba que continuara con su deber, pero no le hacia caso.

Y sin esperarlo, sintió cómo unas manos masculinas la tomaban de los brazos, impidiendo que ella se moviera. La de coletas rápidamente corrió y tomó la joya amarilla que se encontraba al frente del sombrero de la chica. El Akuma debía de estar allí.

[ML] Atrapados en otro cuerpo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora