Capítulo 8

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Al volver a casa me tiré sobre mi cama, me acomodé plácidamente y tomé con cuidado el cómic de The Watchmen. 

Entusiasmado, leí hoja tras hoja, historia tras historia, personaje tras personaje y huesos rotos tras huesos rotos. Ya deben entender por qué me gustó tanto.


Con la emoción que traía, ya había leído más de la mitad del cómic en una hora. Aprecié la portada con orgullo y deslicé mis dedos por el borde de las hojas restantes con admiración. Faltaba tan poco para el final... Tan, tan poco...

Aunque ya había visto la película, sabía que tenía un final relativamente distinto en la versión cómic y no iba a poder descansar hasta saber cuál era (y no pensaba spoilearme con Google).

A decir verdad, no sé en qué momento me volví fanático de todo esto... pero admito que ahora lo soy. Ya comprendía a "la chica del pin de la sonrisa".



Luego de cenar, y tras sacar a mi odiosa hermana de la habitación, entré a internet. Sorprendentemente, el chico del cómic me había escrito. Me pregunté si así de extraño me veía yo buscando a Watchgirl, la famosa dueña del pin. Él me envió información de la próxima convención, le contesté que seguramente asistiría y que lo esperaba en la puerta del lugar, él accedió sin queja alguna.


Llegado el día, salí en dirección al sitio dónde se organizaba aquella "Convención". No me fue difícil encontrar el lugar, principalmente porque más de una cuadra antes ya empezaba a haber gente disfrazada, haciendo "cosplay" como le decían ellos, y todo tipo de adolescentes frikis dispersados.


Desde lejos iba buscando el rostro del dueño del cómic de Watchmen, el chico friki de mi salón, entre la multitud que se dirigía a la convención. Comencé a asustarme cuando llegué a la puerta y no lo vi por ningún lado. Estaba perdido en un mar de chicos extraños.


Miré a un lado y al otro, atrás y adelante y nada. Estaba muy ocupado pensando en qué le haría cuando lo viese, justo cuando una mano me tocó el hombro.

Volteé con esperanzas de encontrarme con el rostro de mi amigo... pero no. Bueno, era un amigo mío, pero no a quién tan desesperadamente esperaba. Era uno de los sujetos a los que le había preguntado al principio sobre el pin que ahora yo llevaba prendido a mi ropa.


–¡Hola! ¿Qué haces aquí? –preguntó sorprendido mientras yo daba un paso atrás.

–Secreto. ¿Y tú?

–Ya sabes, lo de siempre. Esta vez vine con unas amigas y, bueno, ya sabes –se encogió de hombros, yo asentí haciendo de cuenta que entendía de qué hablaba.

–Bien... ¿Por casualidad has visto a...? –justo cuando iba a preguntarle por el chico del cómic de nuestro salón, una mano me tomó del brazo y me arrastró hacia atrás, lejos de allí.


Asustado, me di vuelta para mirarlo y me encontré con una máscara de V, el personaje principal de V de Vendetta, al menos sí había visto su película.


–¿Disculpa? –espeté extrañado al enmascarado que me arrastraba puertas adentro. Él me hizo señas de que hiciera silencio.


Me resigné a seguirlo y esperar a que fuera alguien conocido, pero por su tono de piel estaba seguro que no era el chico del cómic. Tragué saliva.

La chica del pin de la sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora