–No puedo creer que por primera vez tú te acuerdes de algo y yo no –respondió mi amigo, el chico de los cómics, con incertidumbre.
–No me des el crédito de todo, digamos que tuve un poco de ayuda... –él arqueó una ceja y suspiré– ¡Bien! –farfullé– ¡Me llegó un recordatorio! Nos esperan el próximo sábado.
– ¡Ja! –exclamó apuntándome con el índice– Y bien, ¿Qué piensas presentar?
–De eso mismo quería hablarte –me recliné contra la pared y suspiré– No sé si presentar uno de los que hice yo –miré de reojo al par de historietas cuyas hojas estaban unidas por pegamento y cinta adhesiva– O hacer algo juntos. En serio, ¡Me siento mala persona sino! –él ahogó una risa y luego puse expresión pensativa.
–Hmm... ¿Un último trabajo juntos antes de que termine el año? Suena bien –expuso– ¡Hecho! –me tendió la mano y con un apretón sellamos el trato.
– ¡Perfecto! –festejé– Solo... que no acabe como la última vez –me estremecí reviviendo en mi mente cada cosa que había pasado gracias a mi ego impulsivo.
–Si la chica de los pins no te distrae...
– ¡Oye!–le reclamé– Es la chica del pin de la sonrisa.
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La chica del pin de la sonrisa
Fiction généraleUn chico encuentra en el piso de su escuela un inusual pin, de esos que se abrochan a la ropa o mochilas, de color amarillo con una gran sonrisa, pero parte de su alegre diseño incluye el dibujo de una gota de sangre... ...