El mundo está progresando, parece ser que la industrialización se abrió paso y por fin se está produciendo un cambio, aunque las guerras parecen no tener fin. Su nombre es Isaäk, un nombre falso, aclaro; su apellido es un completo misterio, y no porque no tenga uno sino porque si llegan a enterarse de él, lo más posible es que vaya directo a prisión. Tiene un puesto "importante" en el submundo, es un trabajo oscuro pero su curiosidad es inmensa y le sobra dinero que nunca gastará.
Su próximo cliente estaba a unos minutos de llegar. La ventaja de su empleo es que las personas simplemente van a él, intenta tratarlas amablemente en todo lo posible cuando inicia sus experimentos con todos ellos.
Escuchó un sonido sordo en el metal oxidado de las escaleras externas del edificio en el que Isaäk se encontraba, dio una calada al cigarrillo y soltó el humo.
— Por aquí —dijo sin vacilación, con total seguridad de que era su cliente, de ahora en adelante el sujeto 026.
Aquel joven que se encontraba del otro lado de aquella pesada puerta de metal, parecía más débil de todos sus antiguos sujetos de estudio. Era un joven no muy alto, tal vez podría decir que era de un metro sesenta, su cabello rojizo daba la idea inmediata de que era extranjero y hacía una gran contraste con su piel blanca y sin marca alguna de haber sido lastimado, puro, o eso era lo que se podía apreciar pero, luego de todo eso había un conjunto de pecas que cubrían todos sus pómulos resaltando aún más aquellos ojos azules que podrían llegar a ser atemorizantes por la intensidad de su mirada pero, aquel joven parecía ignorante ante aquello.
Aquel joven de ojos verdes, al verlo, soltó un leve suspiro, antes de seguir a aquel sujeto hacia el interior de aquel complejo y extraño lugar.
— Exactamente, ¿Qué va a pasar? — Preguntó aquel joven de ojos azules, con una voz entrecortada y casi al borde de las lágrimas—, de seguro es doloroso.
Isaäk volteó a ver a la persona antes de intentar responder a su pregunta, frunció un poco el ceño puesto que la mayoría de la gente que iban hacia a él estaban lo suficientemente informados como para saber a qué serían sometidos. Claro que el pago que les daba era equivalente a la cantidad e intensidad de pruebas que les hacía, aunque estaban arriesgando sus vidas. Es por eso que la gente que acudía a mí eran personas que estaban dispuestos a "lo que sea" con tal del oro prometido. Algo estaba mal con este chico, eso era más que seguro.
— Nombre y edad, por favor –pidió con total tranquilidad evadiendo su pregunta. Su ingenuidad sería de valor para aquel experimento, no podía desaprovechar una oportunidad así.
Tiró el cigarro y lo pisó para apagarlo.
Su mano, inevitablemente, temblaba sin control y, se aferró con fuerza a la camisa de Isaäk, halándola. Por alguna razón, el miedo parecía haberse apoderado de aquel joven y empezó a sollozar, parecía que rompería en llanto en cualquier momento.
— Anielka von Stauffenberg— murmuró aquel joven mientras trataba de calmarse, levantando la mirada—, dieciocho años.
«Anielka von Stauffenberg, dieciocho años» repetía en su mente. Lo sujetó con firmeza, aquel joven estaba muy vulnerable. Tal vez el ambiente era demasiado denso.
— Bien, joven von Stauffenberg, acompáñeme adentro — lo llevó hasta la entrada de lo que superficialmente parecía un departamento común y corriente. Una vez adentro, cerró la puerta provocando un sonoro estruendo. Aquel estruendoso sonido provocó que el joven soltara un fuerte grito que silenció con sus manos.
El interior era iluminado únicamente por una lámpara al fondo del pasillo y las paredes estaban en un estado deplorable, posiblemente eso se debía por el moho que se había empeñado en cubrir por completo aquella pared

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Anielka
Подростковая литератураLa guerra es el diario vivir en un futuro no muy lejano. Existen quienes huyen de todas las maneras posibles, y también hay quienes trabajan a escondidas para buscar la forma de hacer más poderoso a un imperio, Inglaterra. En los suburbios de la ci...