Mi mamá anduvo en estado nervioso y con un humor extraño lo que restó del sábado. Papá trató de hablar con ella, pero no hubo caso. Addie también estuvo un poco taciturna, incluso más que Epperly. Puedo suponer que su estado se debe a los sucesos de la noche anterior y, aunque me gustaría que hable con nosotras en vez de ahogarse en pensamientos, entiendo perfectamente que esté sumida en ellos. Fue una cena familiar muy fuera de lo común, muy diferente a lo que suelen ser siempre. No sé si asustarme o tratar de acostumbrarme, solo quiero saber qué demonios le pasaba a todas las personas sentadas en la mesa, consumiéndose en su propio silencio.
Hoy domingo, está más frío que los días anteriores, cada vez caen mas hojas de los árboles y el viento es cada vez más helado. Desperté antes que todos, por lo que puedo ver... bajé a la cocina y no había nadie. Ni en la sala familiar. Ni en el comedor. Ni en ningún otro lugar de la casa. Silenciosamente revisé los cuartos y comprobé que todos siguen en sus camas durmiendo. Tuerzo el gesto: qué raro. Los domingos nadie suele dormir hasta tan tarde; tampoco nos levantamos muy temprano pero es muy raro que a las once de la mañana todos sigan en su profundo dormir.
Decido darme una ducha y ver qué hacer de mi día. Tal vez Derek me hable para que nos veamos o tal vez solo me quede en casa leyendo para esta semana; hay muchos exámenes y quiero sacar la mejor nota posible.
Después de una corta y relajante ducha, me pongo la ropa interior y la bata de seda rosa arriba, me pongo mis pantuflas y dejo mi pelo suelto, para que se seque al natural. No tengo hambre, así que salteo el desayuno/almuerzo, comeré cuando el resto de la familia lo haga también. Agarro los libros y carpetas de las materias que sé que tengo examen y los coloco en mi mesa de luz. Estiro un poco las sábanas y acolchados de mi cama para poder sentarme en ésta.
Escucho ruidos externos a mi habitación mientras estoy enfrascada en un ejercicio de límites. Química, física y matemática son las tres materias que no puedo solo leer para poder rendir. Aunque no se me hacen difíciles, no pienso hacer un examen solo habiendo leído la teoría. Sé que los ejercicios analíticos y gráficos forman gran parte del puntaje. Corroboro en la calculadora el resultado y sonrío orgullosamente cuando veo que me salió perfectamente. Dos golpes en mi puerta me hacen despegar mi vista de la hoja. Papá se asoma a mi cuarto.
– Lorelay, vamos a comer de lo que sobró anoche. Te aviso por si quieres venir a comer tu también.
Frunzo el ceño al escuchar sus palabras.
– ¿Mamá no va a cocinar? – pregunto realmente desconcertada.
Los domingos no son domingos si mamá no hace alguna de sus comidas.
– No, no se siente bien. No quiso ni levantarse para tomar una duchar.
– ¿Qué le está pasando? ¿Está enferma?
Esto es más raro de lo que podría imaginar.
– No, no tiene fiebre, ni tos, ni dolor de garganta ni nada parecido. Solo no quiere levantarse hoy.
– Uhm, bueno. Ahora bajo a comer algo.
Papá asiente y se retira de mi habitación cerrando la puerta tras de él.
¿Qué le estará pasando a mamá?
.......
A penas si toqué mi comida. Soy de tener un gran apetito y comer hasta reventar, pero hoy no tenía hambre. Pensé en vestirme, ya que sigo en bata y ropa interior, pero quiero hablar con mamá antes. Me dirijo a su habitación mientras mi papá y hermanos siguen almorzando.
La puerta está cerrada – algo muy extraño – y se escucha el sonido de la televisión andando. Tocó levemente antes de abrirla un poco, asomando mi cabeza.
ESTÁS LEYENDO
La vida de Lorelay
Teen FictionLorelay no pensó que ir al colegio de nuevo le traería grandes personas a su vida y, dentro de ellas, él y sus ojos expresivos. Cuando menos lo esperaba cayó en la trampa del amor otra vez, traicionando a sus propios instintos de defender su pobre c...