Capítulo 33

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 Una semana. Siete días. Ciento sesenta y ocho horas aproximadamente. Escuché la famosa frase <<Uno no sabe lo que tiene, hasta que lo pierde>> infinitas veces y siempre estuve de acuerdo, pero nunca pude comprobarlo. Sí, es totalmente cierto y en muchísimos aspectos. Tampoco te das cuenta de cuánto amas a alguien cuando lo pierdes, no sabes lo mucho que puedes extrañar cuando tienes a esa persona realmente lejos, no sabías lo que valía hasta que lo perdiste. Dos semanas atrás, yo me hubiera calificado como unas de las personas mas felices en el mundo. Hoy, dos semanas después, me considero una de las mas miserables. Me arrepiento de haber sido tan estúpida desde ese martes que Brandon habló conmigo; la última vez que hablé con mi mamá, le falté el respeto cuando, tal vez, ella necesitaba de mi comprensión mas que nunca. Jamás me enteré que era lo que le sucedía y me temo que quizás nunca lo haga. La última vez que tuve una conversación con mi papá, fue cuando me llamó para almorzar, dos domingos atrás. La última vez que hablé con mi hermano mayor, William, fue en la fiesta de cumpleaños de Max; desde ese día, está en su mayoría con Jane. La última vez que hablé con Aurora... no sé cuándo fue. Solo recuerdo que la última vez que entró en mi habitación queriendo hablar conmigo – y yo la ignoré – mencionó algo de un show de ballet, este sábado pasado, o sea, ayer. Me perdí algo que mi hermana considera una de las cosas mas importantes para ella.

 En esta semana que transcurrió en puro sufrimiento, pensé en mi familia mas que nunca. Los extraño, como nunca antes lo hice. Cada cosa singular que los identifica y hace que sean especiales para mi, cada una de ellas, yo extraño. Si hubiera sabido que en algún punto de mi vida iba a estar encerrada en una oscura habitación por tiempo indeterminado para proteger a mi familia y a la del chico que quiero, hubiera aprovechado cada momento como si fuera el último. Uno nunca sabe cuándo será su último día con su familia, con sus amigos, con la persona que quiere. Dejas para mañana lo que puedes hacer hoy, dando por sentado que tienes toda una vida por delante, pero uno eso nunca lo sabe, solo cree que tiene la certeza. Eso pensaba yo; creía que si no abrazaba hoy a mi mamá, podría hacerlo mañana; que si no me sentaba hoy en las piernas de mi papá, podría hacerlo al otro día; que si no escuchaba los divagues de Aurora sobre Justin Bieber o sobre cualquier otra cosa, podría ignorarla en el momento y prestarle atención en cualquier otro; que si no buscaba mi abrazo reconfortante antes de dormir en la habitación de William, podría hacerlo la noche siguiente. Y es ahora que el arrepentimiento flota por mi corazón, mi mente, mi alma... por todo mi cuerpo.

 Acostada en la incómoda cama, con una toalla al rededor de mi cuerpo y la frazada sobre mí, miro el techo y dejo que mi cuerpo y mente se relajen lo máximo que puedan, hasta que venga Brandon y tenga que luchar como hice cada de día de los siete días pasados. Hoy es domingo, el octavo día. Por supuesto que yo siento como si hicieran meses desde que estoy aquí. Cada día es un infierno totalmente diferente. Uno nunca debe pensar que el dolor físico es mayor que el dolor sentimental. Soy testigo. Ni siquiera sé como hice para bañarme y llegar a la cama sin caerme. Cada día, la tortura por no ceder, es peor. Cada día, me cuesta más ser fuerte. Pero – el gran <<pero>>– este dolor corporal, no se compara ni en un mínimo al dolor que siento por estar lejos de todas las personas a quienes quiero. Mi pecho quema cada vez que recuerdo las heridas palabras de Derek: <<Espero que te vaya bien en la vida y encuentres a alguien que te ame tanto como yo te amo a ti>>. Quiebro en llanto cada vez que sus palabras resuenan en mi cabeza como un eco infinito.

 En cada momento en el que escucho la cerradura abrirse y el pomo de la puerta moverse, mi cuerpo se pone en guardia, se tensa y trata de resistir. Brandon aún no se dio por vencido, es mas, parece cada día con mas ganas de torturarme si no me entrego. Cada vez se le ocurren diferentes maneras de hacerlo.

 Tratando se ignorar el dolor que mi cuerpo impone, saco la frazada y me siento en la cama, aún con la toalla rodeándome. Mi pelo ya está seco y espero que mi ropa interior también. Suspiro dolorosamente. Todos los días son iguales. Me levanto, hago mis necesidades, me lavo los dientes, me baño y lavo la ropa interior que le saqué a Maddison, me envuelvo con la toalla y me acuesto en la cama con la frazada encima. Me quedo todo el día acostada, en el momento en que el ventiluz deja de mostrar luz, me visto y me vuelvo a acostar. Brandon nunca entra de día en la habitación, excepto para traerme comida, cosa que a penas si toqué. Al principio me incité a una huelga, pero después de los dos primeros días decidí que es mejor comer algo antes que morir de hambre en el intento de sobrevivir aquí. Siempre me apresuro a vestirme, ya que sé que Brandon está por venir y sería muy difícil defenderme con solo una toalla blanca cubriendo mis cuerpo.

La vida de LorelayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora