Capítulo 5: Un mundo nuevo

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Mientras camino de vuelta a mi casa, ya cerca del mediodía, voy pensando. Vuelvo a recrear en mi mente lo que había sucedido: lo que mis ojos vieron, los sonidos y palabras que había oído, las sensaciones en mi piel, mis labios, mi lengua y... mi traserito, que si pudiera verlo en gráficos, de seguro que estaría igualito a una «carita feliz».

¡Al fin ya no era virgen! Y lo mejor de todo era que la había tomado el chico de mis sueños... a él se la di y la tomó con gusto... ¡No lo puedo creer! Siento ganas de ir saltando como una colegiala en lugar de caminar decentemente como un caballero. Me siento como si fuera a brinquitos por el bosque florido en un cuento de hadas.

―Leo... mi amor... mi príncipe... ―me digo en voz baja aunque quiero gritarlo desde el tejado de mi casa.

Llego, subo a mi habitación y me zambullo en mi cama. Me sentía flotar como una nubecita en el cielo límpido y azul, levitar como dicen que hacen los yoguis o el Maestro Yoda.

Yo sabía que me gustaban los chicos... toda la vida lo supe. Primero no sabía por qué; sólo prefería estar más con los niños que con las niñas pero no como uno de ellos. Luego, empecé a verlos distinto. Me gustaba verlos en pantaloncillos en la piscina, pero después, no sólo quería verlos, sino que también quería tocarlos y no sé en qué momento quería que besarlos y que me tocaran y abrazaran. Quería que me trataran como hacen los chicos en las películas con sus novias... que me tuvieran en sus brazos, me miraran fijamente a los ojos y luego de decirme «te amo» me estamparan un beso más largo que la duración de los créditos cinematográficos.

Luego, cuando supe del sexo, quería que me poseyeran como lo hace un marido o un chico que vive en unión libre con su chica... o sea... que me amaran también en la cama... soñaba con eso; y eso, eso mismo, significaba que debía perder mi virginidad... la tan odiada y repudiada virginidad... Pero claro... estaba el problema legal. Siendo menor de quince años, quien se acostara conmigo se arriesgaba a la cárcel... ¡Rayos! Leo se acaba de acostar conmigo y legalmente todavía tengo catorce... ¡Demonios! Leo ahora es un delincuente... ¡Diablos, rayos y demonios!

No puedo negar que eso me asusta... no quiero que se meta en ningún problema... ¿Qué haría yo si a mi amor, a mi príncipe, lo meten en la cárcel? No, no... ese es un pensamiento egoísta... En realidad no importa qué haría yo... lo que importa es que a él no le pase nada... Eso... así está mejor... De paso, si a él no le ocurre nada malo, a mí tampoco... y todos salimos ganando.

He visto muchos programas de televisión, de esos policiales, y aunque no me fío de ellos, me parece que la cuestión no es si Leo lo hizo o no lo hizo, sino de si se puede probar ante un juez... Eso... así es... Lo que tengo que hacer es que no haya pruebas de nada. De todas formas buscaré en Internet sobre ese asunto y veré cómo funciona en realidad.

Mi alegría y estado de ánimo es tal que había decidido, mientras caminaba para mi casa, contarle todo a Francis, pues no sólo es como mi hermano y no nos ocultamos nada, sino que siento que me ahogo si no lo comparto con alguien. Pero... de lo que sucedió no hay testigos... sólo lo sabemos Leo y yo... Si alguien más lo supiera podría salir con el chisme y aunque no lo haya presenciado, o sea, sido testigo ocular, de nada sirve que lo cuente... pero si lo cuenta, de todas formas se alborotaría el avispero y aunque no se pueda poner a Leo en prisión, todos pasaríamos las de Caín... No... Francis querido: Tienes que esperarte veintiocho días más para que te cuente y lo haré con pelos y señales, sólo que cambiando la fecha.

¿Contarle a Ana? Ni pensarlo; y no sólo por las mismas razones que a Francis, sino porque ella misma había dicho que se horrorizaría... pero... no sé si por el primo, por mí o por el hecho en sí mismo.

―Gonzalo―me digo finalmente―, aunque te ahogues, aunque te mueras porque esta historia sea como el «fondo residual de microondas» y por lo tanto inunde todo el universo conocido... te lo tienes que reservar... por lo menos por los próximos veintiocho días eso sólo quedará entre Leo y tú.

SexohólicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora