Capítulo 15: Si algo anda mal... terapia.

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Estoy desconcertado. Como Leo se había levantado de la mesa sin terminar de cenar hago el intento de seguirlo, pero su madre me detiene.

—Déjalo, Gonzalo, que ya volverá. Es uno de esos berrinches a los que no hay que prestarle atención.

A pesar de que terminamos de cenar, Leo no vuelve y desde donde yo estoy no logro verlo aunque sé que no subió a su cuarto. Cuando me levanto para ayudar a recoger la mesa, Andrea me vuelve a detener.

—Las visitas deben ser atendidas, Gonzalo, no deben ayudar en las tareas domésticas.

—Pero Leo dijo que ya era como de la familia —le digo.

—Sí, pero cuando yo me sienta cómoda con que tú me ayudes, entonces lo harás; mientras tanto, eres un invitado y me toca a mí atenderte.

Libre de la tarea, me dispongo a buscar a Leo y luego de un par de vueltas por la casa lo encuentro en el garaje limpiando su moto. Me acerco pero continúa sin decir una palabra. Yo tampoco sé qué decir.

—Leo... —Intento.

—Ya sé lo que me vas a decir, Gonzalo; pero no quiero hablar de eso. Ve, despídete de mi madre que te llevo a tu casa.

—Pero, Leo...

—Ya es tarde y es hora de que estés en la cama. No insistas.

—Está bien... Como digas.

Luego de despedirme, Leo me lleva para mi casa y al llegar sólo me dice:

—Nos vemos el lunes en la clase de lucha.

Y sin más se fue. No esperó a que siquiera le dijera adiós.

Al entrar me encuentro con mi madre que me estaba esperando, conversamos unos minutos y subo para mi habitación. Al tenderme en la cama, vestido, miro mi reloj y veo que ya es muy tarde para llamar a Francis. Y pienso: «la noche va a ser larga».

                                    *     *     *

Y no solo esa noche fue muy larga, sino todo el día siguiente y ni hablar del fin de semana. Ya es domingo en la tarde y no he llamado a Leo ni él me ha llamado a mí. El viernes Francis estaba en el colegio demasiado ocupado yendo de aquí para allá, como una abeja que se hubiera bebido medio litro de whisky, intentando ser visible ante los prospectos de maridos que había inventariado, a saber: Boris, Sam, Xavi y ahora, Felipe. Aunque pasamos suficiente tiempo juntos en el colegio, ese viernes el tema fueron esos chicos, por lo que ni siquiera notó que yo no había ni mencionado a Leo. Claro está que hice mi mejor esfuerzo por no poner en evidencia que me sentía mal.

Desde el sábado los Salaverry se fueron desde muy temprano a visitar a la abuela en Jerez de la Frontera y pasar allí para devolverse el domingo en la noche, pero yo no supe de eso e ignorándolo, decido ir a su casa. No sé por qué no lo llamé antes; simplemente me fui. Al llegar son como las dos y media de la tarde; toco el timbre pero nadie me abre; sólo oigo los ladridos de Goliat, el pastor alemán de la familia, que desde el otro lado de la puerta me avisa que si pongo un pie adentro, sería su almuerzo. Como Goliat ladraba detrás de la puerta, o sea, no iba para adentro y volvía, como otras veces, confirmé que no había nadie. Me siento horriblemente pésimo, valga la redundancia, y más me deprimí al no encontrar a Francis. Suponía que como era domingo estaría en su casa y más calmado por estar lejos del cuarteto maculino que lo tenía a mal traer. Frustrado decido hacer el intento de llamarle para averiguar dónde estaba, pero pienso que nada hago con saberlo si no vuelve en este mismísimo instante. Pero al tener mi móvil en la mano se me ocurre llamar a Andrés Jiménez... «"¡Qué demonios!" pienso. "Ahora que necesito un amigo, un consuelo o un hombro sobre el cual llorar, caigo en la cuenta de que sólo tengo al estúpido del Francis y de alguna manera, ahora a Andrés, luego de la maratón de ecuaciones, pues este es un tema que no podría hablar con Ana y menos luego de la tauromáquica escena que con Beatriz se desarrolló en la Real Maestranza de Sevilla, Leo incluido... Pero, incluso... tampoco era un tema que podría hablar con Andrés... o quizás sí... no lo sé... ¿Lo llamo o no lo llamo?" Me pregunté y me sentí como el idiota del Hamlet: 'To call or not to call. That's the question'  me dije intentando imitar el acento de Sir Lawrence Olivier.»

SexohólicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora