Capítulo 6: Una idea descabellada

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A la mañana siguiente volvemos a clases y por más que intentamos buscar no logramos ubicar ni ver al famoso Sam que Francis quiere mostrarme. Aunque tengo algunas dudas, no creo que Fran pretenda que yo intente algo con ese chico, o sea, comenzar a preparar todo para perder mi virginidad con él luego de mi cumpleaños; más bien, creo que es él mismo quien está interesado y sólo quiere mostrarme a quien ahora parece ser el chico de sus sueños.

Al mediodía nos vamos a almorzar a la cafetería del colegio y cuando nos ponemos en la fila me dice que le cuide el lugar y que vuelve en un momento. Como lo conozco y sus «momentos» pueden durar una eternidad, le pregunto qué va a ordenar, por si tengo yo que encargarme de eso. «Lo de siempre» me dice y me pareció que tenía cierta urgencia y por eso no quiso ni pensar en qué almorzar. Tal como me lo había imaginado, cuando llega nuestro turno, Francis no aparecía, así que pido para los dos. Maniobrar por la cafetería con dos grandes bandejas no es tarea fácil, sin embargo, al momento una voz que no reconozco me dice:

―¿Te ayudo?

Levanto mi vista para mirar al origen de esa oferta y me encuentro con quien, tomando en cuenta la descripción, podría ser Sam.

―¡Oh! Gracias ―digo cortésmente.

―Para comer tanto, te ves muy en línea ―me dice sonriente.

―¡Oh! No. No me voy a comer todo esto. Una de las bandejas es para mi amigo.

―¿Tu «amigo»? ―me dice y pone un tono particular sobre la palabra así como también la destaca con su mirada.

―Sí, mi compañero... eh... ―empiezo a tartamudear porque no se me ocurre cómo decirlo, pues cualquier cosa podía seguir siendo interpretada de una manera extraña.

―¡Venga! No te compliques, ¿para Francis?

―Eh... sí... ¿cómo lo sabes?

―Porque no sólo es lógico y esperable, sino porque el mismo Francis me lo dijo.

Resultó ser Sam, efectivamente.

―Me imaginé que Uds. dos llegarían a ser inseparables ―me dice.

―Sí, es mi mejor amigo, como mi hermano ―le aclaro, pero como eso todavía era ambiguo, le mandé de una vez―: y está soltero.

―¡Ah! ¡Caramba! ―dice más bien como por cumplir―¿y tú, Gonzalo?

¡Oh! ¡Se acuerda de mi nombre! ¿O será que Francis se lo recordó cuando se encontraron en el supermercado?

―¿Eh? Bueno... yo...

¿Qué le digo? Si le digo que no, le estoy mintiendo, aunque mi corazoncito ya tiene dueño; pero si le digo que sí y Sam se interesa en mí, sería como robarle el novio a mi hermano. ¡Rayos!

―Eh... no ―decido mentir.

―¡Qué extraño! Hubiera apostado a que Francis encontraría pareja antes que tú ―me dice.

―Extraño, ¿verdad? Porque él es más bonito que yo ―le digo con humildad.

―No creo que eso sea así, porque los dos son muy lindos, sólo que Francis es más extrovertido y arriesgado... por lo menos era así en la primaria. Tú, por el contrario, siempre estabas más bien como ocultándote de los demás.

―Y sigo siendo muy tímido ―le digo poniendo cara de eso mismo.

―Ya veo... y eso es muy lindo, también.

―Gracias ―le digo ruborizándome y no pude evitar bajar la vista como una tonta adolescente recién salida del cascarón.

―Bueno, te dejo, porque voy para el aula. Tengo que pasar en limpio el final de una tarea que se me ensució. Cuando llegue Francis, salúdamelo, por favor.

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