Capítulo 24: ¡Hagan sus apuestas, señores!

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Las materias que me impartieron en la tarde fueron... ni idea. Me la pasé tratando de metabolizar toda la testosterona y otras hormonas y enzimas que inundaban mi torrente sanguíneo como consecuencia del relato de Francis y de la «curación» a que Andrés me sometió con su «monumento»; intento vano pues simultáneamente pensaba que finalizadas las lecciones tocaba el Club de Lucha y por consiguiente, enfrentarme a Sam, Boris y Xavi, las tres «mulas» cuyas casillas estaban en blanco esperando a ser marcadas con el simbolito del «check», comenzando con Boris que según lo que había oído antes, era el que probablemente me diera menos trabajo de conquistar. Pero ahora, mientras guardo mis útiles en el bolso y me preparo para ir al Club, ya no estoy tan seguro. Ahí estará Leo y... no sé... estos pensamientos no me hacen sentir muy bien.

—Gonzalo...

—¿Qué fue, Fran?

—Dime. Ahora que sé qué se siente, cómo es el asunto y, por decirlo de alguna manera, soy oficialmente «gay», diplomado, digo... eh... necesito que me expliques algo.

—¿Qué será?

—¿Cómo hace uno para controlarse?

—¿En qué sentido? ¿Acaso sufres de eyaculación precoz?

—¡No, idiota! Quiero decir, cómo hace uno para controlarse y no pretender acostarse con todos los chicos guapos que se encuentra uno en este mundo traidor donde nada es verdad ni es mentira.

—¡Ah! Eso... Bueno, pichón de Campoamor... Tú mismo lo dijiste hace unos días: no debes ser promiscuo porque eso podría llevar a que un chico serio no quiera ennoviarse contigo.

—Por eso mismo, tonto. Por eso te lo pregunto. ¿Cómo hace uno para no ser promiscuo? ¿O sólo a mí me está pasando que ahora quiero acostarme con todos, todo el tiempo, a toda hora, en todo lugar y de todas las maneras posibles?

—Supongo que debe ser difícil, pero sería más fácil si te enamoraras de uno; pues eso te ayudaría mucho por el tema de la fidelidad.

—Como tú con Leo.

—¿Qué?

—Como tú con Leo... aunque eso de que Felipe... y luego Andrés...

—Yo no estoy enamorado de...

No puedo terminar la frase. No estoy tan seguro de que no esté enamorado. Pero, ¿estaría enamorado de Leo o de esos momentos en que teniendo su cuerpo desnudo sobre mí...

—Cierto —dice Fran y no me permite terminar el pensamiento—. Habíamos sacado la conclusión de que si Leo es sexohólico, se acostaría con todo el mundo vivíparo.

—¡Mundo vivíparo! ¡Francis! No digas barbaridades. Leo tampoco es así.

Esa afirmación de Francis me pone a pensar y veo algo que a partir de aquí comienza a preocuparme: en todos estos días, no supe que Leo tuviera relaciones con nadie que no fuera conmigo y tampoco parecía haber indicios, siquiera indirectos, de que las tuviera. ¿Leo me estará siendo fiel? ¡Rayos! En contraposición, hice el recuento de lo sucedido conmigo después de que Leo tomó mi virginidad: Felipe en el garaje de su casa, Andrés en el cubículo del conserje, el cajero en el baño del supermercado, el chico de la moto... Pablo, en el jardín de mi casa, Rashid el moro en la casetilla del «peaje», el chico anónimo del baño de varones..., Rodri mi «cuñado» en su «consultorio», ¿me falta alguno? Puede ser... ¡qué horror! Y a todos estos estoy sumándoles a Sam, Boris y Xavi... que son los siguientes en la lista... ¡qué espanto!

—Lo que tú digas, cariño —me dice Fran con el típico tono de «no te creo».

En silencio caminamos rumbo al Club, Fran haciéndose el desentendido pero yo dándole vueltas a ese asunto. Cuando vamos atravesando el patio, Francis me detiene de un brazo y me señala la puerta de salida. Miro hacia allí y me encuentro con que Leo está hablando con una chica vestida sin el uniforme del colegio. Ella está afuera, sobre la calle.

SexohólicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora