CAPITULO 38

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HERÓNIMO

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HERÓNIMO

Collins empuja las dobles y grandes puertas de entrada del Hospital por mí, mientras llevo a mi nena en brazos.

Corro con ella por la gran recepción, mientras grito por una camilla a las jodidas enfermeras detrás del mostrador y un par de médicos apoyados en él, que miran con sorpresa y asombro mi entrada y el estado de rayo de sol precario, con sangre, lodo, sus pies lastimados y embarazada.

Corro con ella por la gran recepción, mientras grito por una camilla a las jodidas enfermeras detrás del mostrador y un par de médicos apoyados en él, que miran con sorpresa y asombro mi entrada y el estado de rayo de sol precario, con sangre, lod...

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YO

Gimo fuerte por el dolor de mi vientre, mientras Herónimo me recuesta con cuidado sobre una camilla que es llevada por enfermeros al piso neonatal.

Corre a mi lado sosteniendo mi mano con fuerza, mientras una enfermera intenta ponerme en el proceso una máscara de oxígeno y tomar el pulso.

Las luces grandes, fuertes y blancas del techo, ciegan mi vista debilitada y cansada del largo pasillo blanco y limpio que soy llevada.

Me introducen en el amplio ascensor, bajo la voz de otra enfermera diciendo en voz alta al médico, mi historial clínico entre sus manos.

Giro mi rostro a Herónimo, que no se aparta de mi lado y no suelta mi mano en ningún momento.

Sus ojos son frenéticos y están húmedos por lágrimas.

Su respiración se vuelve acelerada por la impotencia y desesperación de no tener control en todo esto.

La pasión de Vangelis®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora