CAPITULO 27

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HERÓNIMO

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HERÓNIMO

Ni mierda.

Si me preguntan.

Esa, es la palabra.

No me gusta una mierda ese coche viejo "sugerencia de mi abuela."

Por lo tanto lo miro con recelo, desconfiado y apoyado con mis brazos cruzados en mi Bugatti en el estacionamiento del Hospital Infantil y en como suben los niños a esa cosa felices y contentos con ayuda de sus padres, Gladys y un par de enfermeras que van al paseo del Zoo.

Mi nena aparece por la puerta con Caldeo en brazos, mientras Pulgarcito y Collins cargan la merienda en el BMW.

- Este jovencito, se viene conmigo... - Dice alegre Vangelis, besando su frente. - Quiere viajar con nosotros.

Sonrío acercándome a ambos y se lo robo de sus brazos.

Es un hermoso niño.

Sus grandes ojos grises y cristalinos como el hielo, contrastan bajo su piel de tono café con leche y su pelo oscuro como el azabache.

- ¿Al zoológico, campeón? - Le pregunto, corriendo de su rostro un rebelde mechón.

Aún no habla mucho, solo palabras sueltas.

Pero su comunicación ha avanzado mucho, como el tratamiento contra su enfermedad.

Me dice que si con su cabecita, mientras suspiro para mis adentros pensando que habrá pasado con él en su temprana infancia para no querer hablar.

Hago una nota mental mientras lo acomodo en el asiento con el cinturón de seguridad de redoblar su investigación y de cómo llegó de África, hasta aquí.

Hago una nota mental mientras lo acomodo en el asiento con el cinturón de seguridad de redoblar su investigación y de cómo llegó de África, hasta aquí

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La pasión de Vangelis®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora