De que los hay...los hay

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Uno de los maestros de teatro que tuvimos era un viejo mal educado que a todo el mundo le gritaba y todos le tenían miedo. Yo no tanto, pero si un poco, porque me gustaba ir al club y una de las veces que llegué tarde porque me entretuve mucho en mi clase de piano, me gritó delante de todos y me dijo: "si vas a llegar tarde a estas horas, mejor no vengas", me cayó de la patada y sobre todo que fue delante de los muchachos; sentí horrible, y para colmo ver a las señoras, las compañeras, las viejas chismosas, la Veneno y las Viborel...sentí vergüenza y coraje y amor propio y otras cosas...y pensé —"mañana no vengo"—...pero me dolía dejar aquello.
Al día siguiente a la hora del ensayo fueron a mi casa unas amigas por nosotras y les dije:
—Yo no voy por lo que me hizo el Viejo de Quinta (así se apellidaba y además, sí era de Quinta) anoche...
Y Zutana y mis amigas dijeron:
—No seas boba si a todos les ha dicho cosas peores, ya ves que es peladisimo, haz como que no te acuerdas -y ahí me estuvieron lavando el cerebro entre todas...
Al rato se me ocurrió una cosa y les dije:
—Bueno, sí voy pero me voy a disfrazar de mi mamá para reclamarle por qué corrió a mi hija (él no conocía a mi mamá)
Me llené la cabeza de talco, me alboroté el cabello peor que de costumbre, me pinté como loca (yo no me pintaba todavía) una boca roja roja, los ojos llenos de rayas y sombras, me puse falda pegada pegada (yo siempre andaba de falda tableada) corta corta, un saco entallado con la solapa levantada y unas flores en la solapa, unos aretazos gigantes, unos lentes blancos con aro azul marino y para colmo tacones (como yo no usaba, cogí unos zapatos de Mengana que calza como número y medio o dos menos que yo). Se imaginan el tormento chino, se me veían las piernas gordísimas, el cuerpo muy delgado y bastante exótica. Llegué al club y me quedé hasta atrás del salón. Zutana y las amigas se metieron a ensayar, yo mandé llamar a De Quinta con un muchacho "de parte de la madre de Fulana". De Quinta volteaba pero no venía...yo creo que le estaba sacando.
Uno de los muchacho me reconoció y me dijo:
—No, Fulana, no lo hagas, ya ves cómo es De Quinta, es capaz de decirte algo feo...no seas bárbara.
Y le dije:
—Mira, si no te atreves a llamarlo, ¡VETE! No me vayas a echar a perder las cosas.
En eso se acabó el ensayo y el viejo no vino, me salí y fui a la puerta del otro edificio (eran como las 10:30 de la noche) porque él tenía que entrar allá de todas todas...y además para que no me vieran las "viejas". Por fin llegó el señor este y se me quedó viendo de "abajo hacia arriba" (como ven los sinvergüenzas, pero pues hacen bien, ¿verdad?)
—Hola, hola –dijo así como nervioso. Y le dije:
—Hola, soy la madre de Fulana.
—¡Rediez! Cómo se parece usté a Fulana.
—Es ella la que se parece a mí, ¿no lo cree?
—Sí, sí por supuesto, pero no se quede aquí parada, entre, pase, suba.
Y subimos las escaleras que daban al hall que está iluminadísimo con arañas como de 10,000 focos. Pensé "ay, Dios, me va a descubrir". Nos sentamos y el muy maldito se me quedaba viendo las piernas y hacia:
—Ejem, ejem -entonces yo le dije:
—Mire usted señor de Quinta, sólo vengo a saber si usted ha corrido a mi hija del cuadro, no porque me interese no lo crea, es sólo para saber si ya no va a venir acá y que no se vaya a otra parte, porque pues yo no tengo tiempo de cuidar a mis hijas sabe usted, estoy ocupadísima, las amigas, el juego, la copa, los amigos, etc., como entenderá no puedo estar pendiente de ellas...
—Pero señora –me interrumpía– qué bien está usté, M.C.E.D.!* pero si está usté mejó que sus hijas, si señó...
*Me hago popo en el Creador (pero a la española)
—Ay, usted cree, bueno fuera...
—Sabe usted es que Fulana da mucha lata, siempre llega tarde, nunca está quieta, parece que está hecha de colas de lagartija...no se sabe los cantos...siempre está platicando, riéndose, qué sé yo (si estábamos en un club no en un cuartel, V.I*)
* Viejo Idiota.
Yo empecé a defender a Fulana, que si es muy mona, que si no sé qué...pero de pronto pensé que me iba a echar de cabeza y le dije:
—Sí, sí, usted tiene razón, pero es una pena, porque pienso que Fulana puede ser una magnífica actriz. Pero si usted no quiere que venga, no vendrá. Sólo quería estar segura de que no estará aquí...
—No, señora, sus hijas siempre serán decentes, por eso no se preocupe. Ahora que si usted gusta, yo podría aceptarla otra vez en el cuadro...pero dígale que se porte bien.
Me empezó a dar risa y me tenía que tapar un lado de la boca con la mano porque yo tenía un diente chueco que me había salido retrasado y me lo estaban arreglando, y ni modo que mi mamá ll tuviera igual -tenía un freno de ortodoncia-. Sacó un montón de tarjetas como en 20 números de teléfono y dijo:
— Mire señora quiero que sepa que me tiene a sus órdenes a la hora que guste y para lo que guste, si algo se le ofrece ya sabe donde encontrarme—¿Qué más hubiera querido, verdad? Que se me ofreciera algo—...y a Fulana dígale que venga mañana; se levantó y abrochandose el saco dijo:
—Se lo primero yo, Antonio de Quinta y va por usté (oreja y rabo, si señor) Le si las gracias y le dije que ya me iba, bajamos juntos la escalera, riéndonos muy contentos...y abajo estaba Zutana y las amigas y para que no fueran a meter la para le dije a Quinta:
—Bueno, entonces mañana le mando a la chica...
Por poco explotan de risa ellas pero se aguantaron. Luego se acercó mucho y en un tono muy insinuante me dijo:
—¿Quiere que la acompañe a su casa? Le contesté rápidamente:
—Ay no, gracias, ¡qué diría mi marido!
Salimos todas juntas y el viejo se quedó en la puerta viéndonos. Llegamos a la casa muertas de risa y él se fue derechito a la cantina del club, llamó a sus amigos y empezó a hacer su escándalo.
—¡Venid! ¡Venid! Habéis visto a la madre de las de Tal, ¡es un monumento, está mejor que cualquiera de las del cuadro! Qué piernas, qué cuerpo...¡qué se haga a un lado todo el mundo...!
Y que le dice uno:
—¡Qué madre de las de Tal, ni que nada, te la pegó Fulana!...
Se puso como loco y dijo:
—¡Ya lo decía yo, maldita! Pero actúa muy bien, hay que reconocerlo.
Se salió corriendo para ver si me alcanzaba...y lo único que hizo fue el ridículo. Al otro día yo no me presenté...—me daba un poco de miedo— se corrió la voz y todo el mundo lo supo y claro, se lo contaron al Conejo...
Cuando Zutana llegó al ensayo apenas vio al maestro y le dio risa por acordarse, entonces él le dijo:
—¡No te rías, porque te corro del cuadro aunque venga tu madre! O la que vino anoche.
Y Zutana le contestó:
—¿Verdad que usted sí la reconoció?
—Mira, dile que venga, pero que venga vestida de madre. Que así está imponente.
Y cada vez que regañaba a alguien del cuadro decían:
—No te apures te pones un bigotito y dices que eres tu papá...
El Conejo me habló y me dijo:
—HOY QUIERO VERTE VESTIDA Y ARREGLADA COMO FUISTE ANOCHE AL CLUB...—no pude safarme y me arregle más o menos igual para verlo, yo pensé que me iba a matar, pero le dio risa y me dijo:
—¡Caramba! ¡Qué guapa vas a ser de grande! (¿Tendría razón?) pero no quiero que vayas al club hasta que yo vaya contigo...
Así como a los quince días fuimos juntos y nos sentamos hasta atrás. Y el viejo nada más volteaba a verme pero no decía nada...cuando ya nos salíamos del salón me gritó:
—¡Fulana! ¡Saludos a tu madre!
Y unos que nos sabían nada se indignaron y me dijeron:
—¡Qué pelado es de Quinta!...
Para no entrar en explicaciones sólo les dije:
—Es que la conoce...
Después de armo un cotorreo a cuenta de eso que ya todo el mundo se burlaba de él, más adelante se lo contaron a mi mamá que lo tomó como era y ni se molestó conmigo ni nada...después el viejo se fue del club y yo regresé al cuadro artístico, a salir en todo y a divertirme como antes...pero n Conejo como que ya no quería que siguiera saliendo en los bailes y en el teatro y siempre me decía que me saliera. Nunca le hice caso, yo no veía nada malo en ello...pero es que de repente llegaba y me veía platicando con alguien o sabía que bailaba con otro y se ponía furioso y decía que iba a colgar por el pescuezo a la mitad de los muchachos y yo le preguntaba que por qué sólo a la mitad y me decía que para escarmiento de la otra mitad (qué chistoso, ¿no?), que no quería saber ni ver que yo hablara con nadie...
A lo mejor ese fue mi error ¡quién sabe!

Anecdotario de una vida inútil...pero divertidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora