3) Una Pochita en Culiacan

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No dormí mucho por el ruido de la llegada de la gente. Me fijé el horario en mi reloj y todavía faltaba una hora para la ida a Sinaloa. Me gruñeron las tripas así que saqué la bolsa de comida que me habían dado. Aunque tenía hambre no tenía la energía de comer por eso comí despacio. Después de haber terminado, me tomé todo el agua y me apuré a la línea para comprar el boleto.

"El camión se va en 40 minutos," la señora me comentó cuando me daba mi boleto.

Asentí.

Estaba ansiosa por irme. Estaba cansada de esperar. Quería estar en Culiacán en ese instante. Recordé que debí haberle llamado a Rigo. Me di cuenta que ya no estaba en los EE.UU y que no se aceptaba las monedas de 25 centavos. La cabina telefónica pedía dos pesos. Pensé en preguntarle a alguien por los dos pesos. Busque al mi rededor y miré a una señora cercas de mi.

"Disculpe señora. ¿Sí me podría prestar dos pesos?"

"Sí claro. Aquí tienes," me los entrego.

"Muchas gracias."

Saqué mi librito de color café y busque el numero telefónico de Rigo. Después de encontrarlo, marqué y esperé mientras sonaba el timbre.

"¿Bueno?"

"¿Rigo?"

"Sí, soy yo. ¿Con quién hablo?"

"Soy tu prima, Elena."

"¡Elena! ¿Como estás? Que gusto escucharte."

Esperé un momento antes de explicarle todo.

"¿Elena, me escuchas?"

"Sí... ¿Rigo?"

"¿Qué pasa? ¿Quieres que hable con mi tía?

Respire profundo y le dije, "Rigo, mi mama y Marisol murieron. Murieron hace unas horas en un accidente de carro." Empecé a llorar. "¿Me podrías cuidar? Estoy en Mexicali pero voy en camino a Culiacán."

Noté su cambio de voz cuando me pregunto, "¿Cómo llegaste ahí? No te muevas. Yo voy para allá."

"No. Ya compré un boleto del estación de camiones... ¿Sí te harías cargo di mi?"

"Sí, yo te cuido. Yo seré tu guardián."

"Gracias."

"¿A qué hora llegas?"

"Aquí dice que en 19 horas," me fijé en el boleto.

"Entonces te estaré esperando en el estación de camiones. Mucho cuidado por favor."

"Sí. Muchas gracias."

"Te veo en unas horas, ¿sí?"

"Sí. Adiós."

Mientras colgaba el teléfono, anunciaban la salida de mi camión.

***

"Ya vamos a llegar. Siéntate bien." Escuché a una mujer de atrás de mi. "¡Nacho! Te dije que te sentaras."

"¡No! Ya me quiero bajar."

"No me grites porque sabes lo que va pasar."

"¡Ay! ¡Mami, no!" Lloraba él niño.

Asumí que su mama le jalaba la oreja. Sonreí un poco al recordar a un niño de mi vecindad que le hacían lo mismo.

Se me salió un bostezo por el cansancio y revisé mi reloj en deseo de que la señora de atrás tuviera razón en casi llegar a Culiacán. Eran las doce y cuarenta.

La Morenita de SinaloaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora