5) Pesadillas

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Sentí algo pesado en mis manos pero no pude agachar la cabeza ni levantar mis brazos para ver. Para impedir preocupación decidí observar mi alrededor.

Estaba en una carretera vacía. El sol se había metiendo. De repente sentí aire frío. Intenté de frotarme los brazos con mis manos pero había una fuerza que me lo impedía. De pronto otra cosa me distrajo. Era un fuerte sonido de rugido a lo lejos. Al principio miré un enorme objeto que se estrellaba y rolaba violentamente hacía mí. Intenté de moverme o correr de ahí pero era como si mis pies estaban pegados sobre la carretera. Entonces quise cerrar los ojos pero era inútil. Tampoco puede hacerlo.

Era un vehículo. Mientras se acercaba pude ver un carro chico de color guinda. Entré en pánico y empecé a rezar con la esperanza de que no fuera lo que pensaba. Cuándo el coche llegó frente a mí, todo había ralentizado. Miré a mi madre y Marisol en el auto. Mi madre estaba horrorizada como si supiera que iba a terminar mal y no podía hacer algo para evitarlo. Sabía que iba morir en ese momento. Después miré a Marisol. Ella estaba muerta. Luego todo se reanudó a su paso. El auto siguió rodando y finalmente detuvo al revés.

Mi mamá estaba entre la ventana. Ella me miraba en los ojos. Yo me sentí inútil cuando ella sacó su brazo y estiró su mano hacia mí cómo si me pedía ayuda. Miré su dolor en sus ojos y lo único que pude hacer era llorar. Ella murió. Vi cuando tomó su último suspiro. Era la peor cosa que había visto en mi vida.

"¡Mira lo que hiciste!" Escuché la voz de mi papá. Lo busqué en cuanto lo hice.

"Mira," tomó mis manos para poder ver las. Era sangre. Mis manos estaban llenas de sangre.

"Tú las mataste. ¡Tú mataste a tu hermana y a tu mamá!"

"No papá. Yo no lo hice," lloré.

"Sí, tú hiciste esto. ¡Tu las mataste, mira!" Él apuntó a mi madre.

No me atreví volver a ver a la escena horrifica.  

"No, por favor no digas eso. Yo no lo hice."

"Tú mataste a tu familia."

Me levanté de la cama. Mientras intentaba respirar bien. Me di cuenta que era una pesadilla. Me sentí acalorada pero aún tenía la piel de gallina.

"¿Elena, qué paso? ¿Estás bien?" Preguntó Rigo frenéticamente mientras entró a mi habitación.

"Sólo era una pesadilla," le contesté llorando.

"¿Quieres-"

"Era horrible," lo interrumpí.

Después llegó Justina con un baso de agua.

"Toma esto," dijo.

En cuanto tomé el agua, me sentí mucho mejor.

"Estás sudando," señaló. "Rigo tráeme una toallita."

"Sí. En seguida voy."

"Elena quieres que duerma contigo?" Preguntó ella.

"Por favor," asentí.

"Ten," Regresó Rigo con la toalla.

"Voy a dormir con ella está noche," Justina le avisó mientras yo me limpiaba el sudor.

"Sí, está bien. Sería mejor que sí. Elena, todo va estar bien, ¿sí?" Sonrió. "Buenas noches," dijo cuando cerraba la puerta.

"¿Quieres hablar sobre tu sueño?" Preguntó.

"No era un sueño, era una pesadilla... No, sólo quiero descansar pero no quiero tener otra pesadilla."

"No te preocupes, solo son eso. Lo único que pueden hacer es asustarte," ella trataba de consolarme. "Ya vamos a dormir."

Nos cobijamos en la cama. Yo miraba a la ventana y deseaba que saliera el sol.

***

En la mañana después del desayuno en un restaurante llamado, El Gallito, regresamos a casa. Rigo quería empezar a enseñarme como ser una Mexicana verdadera.

"Vamos a empezar con Culiacan, después iremos avanzando poco a poco con todo el país. Debes de saber quién es el presidente municipal y por lo menos algunos políticos corruptos que no sirven pa' nada."

"Está bien. ¿Quién es?"

"Jorge Romero Zazueta."

"¿Y que es lo que ha hecho por la ciudad?"

"Esa va ser tu tarea. Tendrás que ver las noticias, mija."

Lo miré sin comprensión.

"¿Qué?" Se reía. "Hablo en serio."

"Rigo, tú no eres serio."

El resto del día, Rigo paso el tiempo enseñándome todo de Culiacán. Íbamos a continuar con el estado de Sinaloa el siguiente día y el resto del país después.

"Vengan a ver la película conmigo," Justina nos invitó.

"¿A cual es?"

"El Sinvergüenza, con Vicente Fernandez."

"Pues entonces vamos a verla."

***

Me miré en la misma tierra cuando soñé a mi papá. Todo estaba igual. El son tocaba el horizonte y el cielo tendía pinto de los colores anaranjado y rosa. El panorama era muy relajante y tranquilo, pero aún me sentía nerviosa y ansiosa.

Busqué el árbol grande, esperanzada por volver a ver a mi papá. Quería confrontarlo por las cosas tan horribles que me dijo en mi último sueño. En cuanto lo encontré, esperé pacientemente. Esperé un rato, que parecía una eternidad, hasta que al fin vi una silueta que salía detrás del árbol viejo. Empezó a cercarse y me di cuenta que no era mi padre. Era mi madrecita. Ella tomó mis manos para consolarme. Sus hermosos ojos cafés miraban los míos.

"Mi niña, no te sientas culpable. Tú hora estás viviendo tu destino. Ya no pienses en el hubiera porque eso ya no importa. Lo que sí importa es esté momento y tu futuro. No te retengas en el pasado, Elena. Déjalo ir."

Me llevé sus palabras en mi corazón.

"Lo dejaré ir."

Ella sonrió y plantó un beso en mi frente. Después volvió al árbol.

"¡Mama, te quiero!"

Sin voltear, ella respondió," Yo te quiero más." Y luego desapareció con el sol.

La Morenita de SinaloaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora