Visitante no deseado

429 23 1
                                    


Capítulo 1. Visitante no deseado.

Eran las siete de la mañana, el reloj en la muñeca de Leonard Bless estaba cronometrado con el de sus estudiantes para que nadie fuese impuntual. De eso se había asegurado el doctor, las excusas del tipo "su reloj está adelantado" ya no funcionaban con él.

En la sala de reuniones del servicio de psiquiatría del Royal Free London, se impartían las clases de postgrado todas las mañanas a primera hora. El jefe del departamento psiquiátrico del hospital, el doctor Bless, era el responsable de dictarlas puntualmente de lunes a viernes. La puerta se cerraba con seguro sin importar si estaban o no todos los residentes en la sala. Nelson, estudiante de medicina interna de segundo año, fue el desafortunado de ese día en quedarse por fuera; no había logrado terminar su entrega de guardia a tiempo. Hizo lo que muchos le habían recomendado no hacer, pero la terquedad del muchacho fue mayor y decidió esperar a que el profesor terminara la clase para entregar sus justificativos.

—Doctor, había una emergencia y mi residente superior aun no llegaba, no podía...

—Doctor —interrumpió Leonard mirándole por encima de los lentes—, no se moleste en darme explicaciones. La puntualidad es una cualidad que muy pocos poseen, y usted no parece formar parte de esa población. Que tenga buenos días —lo rodeó y continuó por el pasillo que daba a los consultorios.

Al doctor Leonard Bless no podían insistirle en justificativos cuando de impuntualidad se trataba, a él no le importaba si había una emergencia, o el tráfico no los dejaba llegar. Si él fue capaz de asistir a todas sus clases en la residencia y además, llegar temprano en la actualidad, los demás también podían hacerlo. Su clase terminaba a las ocho en punto y de ahí se dirigía a la consulta del hospital, que en general comenzaba a las nueve y diez.

Para las once con trece minutos estaba despidiendo al señor Milton, el hombre sufría de demencia senil y era el último que atendía. Al salir el anciano acompañado de su hijo, la enfermera entró al consultorio para dejarle dos hojas de interconsultas. Leyó rápidamente de qué trataba; uno era de un hombre mayor en estado de abstinencia y el otro era un envenenamiento con paraquat en un joven de veinte años. Decidió ir primero con el joven. Como lo describían en la hoja parecía haber ingerido una gran cantidad de veneno, dosis mortal. Suspiró negando con la cabeza y se dirigió al área de trauma choque.

Al llegar al lugar escuchó gritos y vio mucha gente corriendo, a Leonard no le gustaba el caos y lo impredecible que era la sala de trauma choque y emergencia, agradecía a Dios el haber terminado esa etapa de su vida. No la soportaba y no estaba hecho para esa clase de trabajo.

Llegó a la habitación del paciente más joven y su colega de emergencias le atendió antes de entrar al cubículo. Le explicó que el chico se encontraba ya en fase terminal, que bebió más de doscientos mililitros del veneno hacía dieciocho horas y ya, el avance de este, había alcanzado todos los sistemas de su organismo destruyéndolo. Incluso estaba en insuficiencia renal y respiratoria, por lo que como ayuda (a pesar de la contraindicación de oxígeno para esa clase de venenos) le estaban administrando dicho gas. Ayudar al buen morir decían.

—Entiendo —resopló—, echaré un vistazo y responderé la valoración ¿Dónde están los familiares?

El galeno le observó y negó con la cabeza.

—Nadie ha venido por él.

—Comprendo.

—Gracias doctor Bless, lo dejo unos minutos. Ya regreso.

Cuando Leonard entró a la habitación el panorama que se cernía ante sus ojos le causó bastante pena, el chico estaba con contención mecánica por lo agitado que estaba, se encontraba bañado en sudor y se veía que cada parte de su cuerpo se contraía dolorosa contra las ataduras.

El Psiquiatra del DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora