Capítulo 12. Contradicciones; ¿Estamos en lo correcto?
Leonard parecía haberse desconectado de su raciocinio durante ese acto que sabía prohibido entre Zael y él. Y ahora la realidad le aplastaba tan fuerte como el peso ligero del cuerpo del demonio sobre el suyo, la conexión entre ambos que le recordaba que sí había llegado lo más lejos que se podía, seguía palpable. La nariz le sangró de nuevo y todo él volvió a encenderse en rojo por la vergüenza. Por Dios, su pene aun seguía dentro del recto de Zael, y además de eso, había eyaculado en su interior ¿Hasta qué nivel de perversión se había dejado arrastrar?
—P-por favor, l-l-levántate, yo, yo —no sabía qué decir. Sólo quería desaparecer, que la tierra se lo tragara y lo ocultara de la mirada de Dios.
Zael, quien suspiraba satisfecho por lo que acababa de suceder, se vio desagradado con los pensamientos del mayor. Aun así se irguió y le sonrió con dulzura.
—¿Aun sigues sangrando? Eres adorable, Leonard.
El mayor le dedicó una mirada que mezclaba pánico y rabia, negó con la cabeza y desvió la vista hacia la puerta. Se cubría la nariz y boca con la mano.
—Levántate, me quiero ir a bañar —insistió.
—Pero Leonard —volvió abrazarse al mayor—, acabamos de hacer el amor ¿Acaso no te gustó?
—Por favor —respiró hondo cerrando los ojos. Se le hizo un nudo en la garganta. Estaba tan confundido, culpable, sucio—, déjame ir. Te lo suplico.
—Está bien —canturreó—, te daré tiempo para que lo asimiles —le besó en el puente de la nariz y sonrió divertido viendo como el cuerpo del mayor se tensaba. Soltó un suspiro de gusto cuando fue levantando las caderas con más lentitud de la necesaria, despojándose del miembro de Leonard acompañándolo de un discreto gemido. Sonrió al ver como el mayor cerraba los ojos y fruncía el ceño, la mente caótica de Leonard a veces era más sincera que esa autoimpuesta fachada de rectitud que siempre andaba aparentando.
—N-no deseo asimilar nada —balbuceó poniéndose de pie con torpeza. Ni si quiera había querido ver de nuevo a los ojos al demonio. Agarró lo que pudo de su ropa para cubrir su desnudez y con las piernas temblorosas caminó hacia su habitación.
—¿Te puedo acompañar en la ducha? —canturreó siguiéndole de cerca.
El portazo en la cara fue la clara respuesta de que quería estar solo. Zael cerró un ojo viendo la superficie de madera a unos cuantos centímetros de su nariz y sonrió divertido acariciando la misma.
—Leo —le llamó—, después de todo lo que hicimos en tu escritorio ¿Quieres esconderte de nuevo de mí?
Leonard se encerraba en el baño y abría la regadera, no quería responder a nada de lo que el otro andaba diciéndole. Estaba aturdido, y de nuevo estaba llorando. Sentía que había traicionado tantas cosas en las que siempre había creído por haberse dejado arrastrar a la tentación. Malditos instintos...
Acostarse con un hombre. Sexo anal. Haber llegado al orgasmo inclusive ¿De verdad había sido él aceptando todas esas perversiones? ¿O fue Zael obligándolo? Se arrodilló en el suelo y se cubrió los oídos con las manos mientras lloraba en silencio. Pedía perdón incansablemente a Dios en ruegos silenciosos, pues de verdad que sentía cariño por Zael pero no quería llegar a algo como eso.
Porque eso no era correcto. A él no le gustaban los hombres.
¿Y por qué entonces había llegado a disfrutar aquello?
"Hacer el amor"
¿De verdad era eso posible? En ningún lado de la biblia decía que dos hombres o dos mujeres pudiesen consumar una relación de ese tipo ¿Por qué el mundo tiene que siempre desviarse a las aberraciones? Todas las parejas que consultaban con él, siempre tenían conflictos horribles... ¡No había nada bueno en una relación que no estaba aprobada en la creación!
ESTÁS LEYENDO
El Psiquiatra del Demonio
FantasyCada momento del día estaba cronometrado, cada minuto planificado y cada segundo aprovechado, y Leonard Bless ya tenía dos años viviendo de ese modo. Desde que se había divorciado de la mujer que amó, no veía otra cosa que fuese el trabajo, investi...