Capítulo 10. El último asalto.
Leonard había ido a la iglesia, y pese a las réplicas de Zael, se fue sin desayunar (comería al volver). El demonio no había pasado por alto las fluctuaciones en la fortaleza del más alto, y de hecho, percibió una sensación de huida viniendo de este al irse de ese modo a la iglesia. Cuando Leonard regresó, se dispusieron a desayunar, comieron rodeados de un silencio tenso. De vez en cuando cruzaban miradas más no decían nada, Zael le sonreía suspicaz y le servía más jugo o le pasaba más huevos revueltos y Leonard se escabullía de la escrutiñadora mirada grisácea.
—Está bien así, estoy satisfecho —dijo a la tercera que el de cabellos turquesas le quería recargar el plato.
—Oh, está bien —dijo en tono dulzón.
Otro silencio incómodo y ya Leonard no pudo soportarlo.
—Oye ¿Estás enojado conmigo por mi reproche del sueño o porque llegué tarde de la labor social ayer? —excusas para romper la incomodidad. Y la verdad no sabía bien de donde venía ese extraño nerviosismo.
Zael levantó la mirada y arqueó una ceja sonriendo de medio lado.
—Ambas ¿Tal vez? —canturreó y luego soltó una risilla— Eres un bobo Leonard, es todo.
El mencionado frunció el ceño y comenzó a recoger los platos para lavarlos.
—Basta, estás siendo muy irrespetuoso. Ya he perdido la cuenta de todas las veces que me has llamado de esa forma desde ayer.
—Sólo digo la verdad —musitó quedito.
—¿Cómo dijiste?
—Que es verdad, estoy siendo muy irrespetuoso —fingió culpa caminando hasta el mesón para sentarse. La costumbre era que él cocinaba y Leonard lavaba, y mientras lo hacía, se quedaba a su lado conversando con él. Pero esa mañana, ambos estaban envueltos en un ambiente atípico. Para Leonard, porque a Zael le daba la impresión de que, por fin, su poder comenzaba afectar a Leonard y por eso estaba en modo de acecho con el humano.
—Am, bien —dijo el galeno aclarándose la garganta— ¿Me ayudarás con la limpieza hoy, cierto? —preguntó para no seguir en ese silencio extraño.
—Claro, puedo ayudarte a levantar los muebles mientras pasas la aspiradora y...
—Nada de eso —le interrumpió el mayor—, esta vez lavarás los baños.
—¿Qué? ¿Pero por qué? —replicó frunciendo el ceño— No quiero ha- —rio—, bueno, si me acompañas puede que lo considere.
—Zael, no holgazanearás esta vez. Te tocan los baños –sentenció ignorando la actitud del chico.
—Eres un tirano ¿Sabías? —entrecerró los ojos y le sonrió coqueto.
Leonard se percató de la jugarreta del demonio y le puso mala cara.
—No me mires ni me hables en ese tono, también hemos discutido eso al respecto.
—Arg —se quejó rodando los ojos con fastidio mientras se bajaba del mesón—. Que necio, como odio que te las arregles para romper mi burbuja —refunfuñó—. Eres un odioso. Me tienes castigado con todas estas labores aburridas, y estoy dolido todavía por dejarme abandonado el día anterior, y además, irte a la iglesia hoy antes del desayuno —se quejó caminando a la despensa de los materiales de limpieza.
—Ya me disculpé —replicó el mayor rodando los ojos—. Mira, está bien, el próximo domingo faltaré a misa ¿De acuerdo? Haremos lo que tú quieras ¿Contento?
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El Psiquiatra del Demonio
FantasyCada momento del día estaba cronometrado, cada minuto planificado y cada segundo aprovechado, y Leonard Bless ya tenía dos años viviendo de ese modo. Desde que se había divorciado de la mujer que amó, no veía otra cosa que fuese el trabajo, investi...