El secreto de Zael

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Capítulo 7. El secreto de Zael.

Leonard se levantó extrañamente cansado esa mañana, de hecho, el despertador había sonado en tres oportunidades para cuando se percató de su sonido y fue cuando lo apagó. Se talló los ojos quejándose en voz baja y soltó un bostezo sentándose en la cama. Se quedó viendo al frente asimilando el lugar, la fecha, el sitio donde estaba y quien era. Se dio ligeros golpecitos en el cuello y dio un respingo cuando escuchó ruidos en la habitación contigua. Resopló cuando recordó todo lo sucedido el día anterior; la crisis de dolor de Zael y la angustia que le había dejado el asunto. Sus debilidades con el dolor ajeno...

El galeno se levantó preguntándose cómo había terminado conviviendo por casi dos semanas con un demonio en su apartamento, y para colmo, uno al que terminó ayudando el día anterior. El espejo le reflejaba el estrés producto de esos días, incluso su barba crecía más rápido.

—Esto ya es demasiado —refunfuñó frotándose la áspera barbilla. Zael le estaba generando problemas de ansiedad, le revolvía todas sus creencias y le creaba conflictos emocionales que pensó no tendría más desde la adolescencia. Resopló cansado y con penumbra comenzó afeitarse la odiosa barba.

Por su parte, Zael no había podido descansar en toda la noche, se mantuvo pensando en el desafortunado encuentro con aquel príncipe preguntándose qué rayos hacía un rango de esos por ahí. Tiempo atrás había dejado clara su posición con respecto a pertenecer a algún escuadrón: No y no, él era libre y no deseaba estar atado a ningún cielo ni a ningún infierno.

El demonio continuó relajándose por su cuenta en el baño para no pensar más en el asunto. Aunque no necesitaba bañarse, Zael había adoptado conductas humanas por el placer que le generaban. El baño con agua tibia era una y amaba hacer espuma con olores agradables mientras tomaba uno, era una lástima que Leonard no tuviese una tina en casa. No le molestaría pasar una noche entera metido en una, y bueno, si era con el galeno muchísimo mejor. Salió del baño vestido con sudadera gris y jeans sencillos desteñidos, aún estaba descalzo, su cabello estaba perfectamente seco y arreglado.

—Buenos días —canturreó el demonio al encontrarse con su juguete en el pasillo.

Leonard dio un discreto respingo y se acomodó los lentes aclarándose la garganta.

—Buen día —se cerró la cremallera de la chaqueta deportiva girándose hacia la cocina— ¿Te encuentras bien? —preguntó sin verle mientras caminaba.

Zael pensó en decirle que "No" para que le consintiera de nuevo, pero prefirió ser honesto con él. Conseguía más con ello aunque muriese del asco por ser "bueno".

—Me duele un poco —respondió moviendo el hombro derecho en forma circular—, pero estoy bien. A propósito, gracias por la cobija —canturreó feliz rodeando el mesón para tomar asiento.

Leonard le dio un vistazo rápido al sonriente chico, este le guiñó un ojo en el breve contacto visual y desvió de inmediato la mirada.

—No es nada —farfulló el castaño sirviéndose un vaso de agua.

Zael sonrió de medio lado con la respuesta y después suspiró sonoro.

—Hoy, para tu fortuna y mi desgracia, no podré acompañarte en la mañana. Iré a comprar el reemplazo de las cosas que dañé —infló las mejillas de forma infantil enfurruñándose en el mesón.

Leonard le observó de reojo y negó con la cabeza.

—¿Por qué pones esa cara si no te vas a ir para siempre? Seguirás atormentándome después ¿No?

El Psiquiatra del DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora