Capítulo 11. Dominación.
Leonard estaba congelado, respirar era algo que incluso había olvidado hacer. Cerraba los párpados con fuerza y los nudillos se le habían puesto blancos por la presión con la que apretaba los bordes del librero con los dedos. El corazón parecía estar a punto de estallarle por lo rápido que latía, y todos sus nervios eran fustigados por fuertes descargas que casi le hacían ceder el peso de su cuerpo sobre sus rodillas. La mente del galeno estaba hundida en blanco, ningún pensamiento pasaba por esta más que los labios masculinos que se imponían sobre los suyos, unos labios descarados que le habían roto cualquier voluntad de oposición.
Leonard tenía muchísimo tiempo sin experimentar un toque tan íntimo como ese, y la boca de Zael parecía no tener piedad ni paciencia para su aturdimiento; le azotaban sin descanso para que le correspondiese. El castaño levantó las manos temblorosas sobre los hombros del menor para separarlo con sutileza, un par de lágrimas salieron de sus ojos mientras trataba de recuperar el aliento. Jadeaba en busca de todo el aire que Zael parecía haberle succionado. Pegó la frente contra la del menor mientras apretaba los dientes y más lágrimas salieron de sus ojos.
Zael permanecía con los ojos cerrados, no mostraba intención de querer liberar al galeno. Estaba atento a cada cosa que pasaba por la cabeza de este, pero todo era tan confuso que le hacía marear incluso a él.
—Zael —farfulló—, por qué... —negó ligero.
—¿Tan terrible fue? —musitó abnegado a separarse.
—No lo sé —pasó saliva con dificultad. Se sentía agitado, con la cara caliente y el cuerpo acalorado. El corazón seguía contrayéndosele fuerte en el pecho y exigiendo más espacio en su tórax para expandirse por la adrenalina que corría en sus venas—. Ese beso —ese beso ¿Cómo puede desbaratarme con un simple beso?
Zael sonrió victorioso por el pensamiento del castaño, más no dijo palabra alguna al respecto. Por fin, por fin llegaba el momento de poseerlo. No iba a dejarlo escapar bajo ninguna circunstancia, se tenía que aprovechar el haber desatado los instintos reprimidos de Leonard y usaría todo su poder si así era necesario para conseguirlo.
—¿Ese beso? —inquirió soltando un discreto gemido.
Leonard se estremeció ¿Cómo lograba ese demonio manejarlo de esa manera? Esos sonidos, ese tono de voz, esos labios ¡Y es un hombre!
—Esto está mal, está mal —susurró apretando los dientes—. Siento que explotaré en cualquier momento, y está mal en todos los sentidos —casi sollozó ¿Por qué me estás haciendo esto?
Zael abrió los ojos sintiendo una ligera punzada en el pecho, su sangre celestial trataba de frenarle aquel acto obligado y se sorprendió a sí mismo por aquello ¿Desde cuándo esa parte intervenía de ese modo? No tenía la fuerza, estaba enterrada ¡Soy un puto demonio!
Y sin embargo, cuando vio las lágrimas de Leonard no pudo evitar sentirse mal ¡Maldita sea su naturaleza híbrida!
Zael alzó las manos para tomar las mejillas húmedas de Leonard y le limpió con suavidad las lágrimas.
—Leonard, puedes explotar conmigo si es lo que deseas —susurró casi como un arrullo—, yo no voy hacerte daño. No tienes porqué cohibirte —musitó sonriéndole con dulzura cuando los ámbares se atrevieron hacer contacto visual con él— ¿Te disgusta, Leonard? —preguntó cariñoso acariciándole las mejillas con suavidad.
—No estoy seguro —respondió entrecerrando los ojos. Tenía la vista empañada y temblaba. Se sentía atraído hacia el menor, y a la vez, sentía tanto miedo por lo que hacía...— ¿Sabes que esto, está mal, no? Está prohibido —dijo angustiado—. Seré castigado por esto —negó derramando más lágrimas.
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El Psiquiatra del Demonio
FantasyCada momento del día estaba cronometrado, cada minuto planificado y cada segundo aprovechado, y Leonard Bless ya tenía dos años viviendo de ese modo. Desde que se había divorciado de la mujer que amó, no veía otra cosa que fuese el trabajo, investi...