Delincuente

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Capítulo 2. Delincuente.

Leonard abrió los ojos con dificultad y volvió a cerrarlos por el peso que cargaba en los párpados. Sentía como si sobre su cabeza tuviese una enorme roca aplastándole, volvió a parpadear con parsimonia soltando un ligero quejido por la palpitación dolorosa en la ceja derecha. Se removió entre las sábanas y cuando notó un "peso extra" a su lado, se quedó estático. Abrió los párpados de par en par y alarmado haló el brazo hacia un lado alejándose como pudo, entre el desespero terminó resbalándose por el borde de la cama.

Ese "peso extra" se quejó simulando somnolencia al sentirse apartado, Zael tuvo que aguantarse la carcajada cuando vio a Leonard caer al suelo. Se levantó y gateó hasta el borde de la cama.

—¿Qué ocurre Leonard? —preguntó inocente frotándose el ojo derecho. Empleaba un tono de voz aniñado— ¿Tuviste una pesadilla? —sonrió seductor ladeando la cabeza. Se deleitaba con las expresiones en el rostro del psiquiatra.

Leonard estaba perplejo, pues creía que todo había sido parte de una pesadilla.

—Dame una explicación razonable de esta situación —exigió viéndole ceñudo luego de recuperar el habla—. No, más bien ¿Por qué sigues aquí todavía? —el tono de molestia iba impregnado en cada palabra.

Zael se dejó caer sobre el colchón apoyando su mentón en la palma de la mano derecha, alzó las piernas y comenzó a mover los pies manteniendo la vista en los ojos de Leonard.

—¿Por qué me tratas así? —canturreó— La pasamos tan bien anoche haciéndolo en tantas posiciones —suspiró y se relamió—, es una lástima que el golpe en la cabeza te haya dado amnesia —cerró un ojo y sonrió.

Leonard le vio estupefacto, estaba asqueado con todas las mentiras que le decía el chico, frunció el ceño mientras negaba con la cabeza.

—¿Tú estás mal de la cabeza, cierto? —espetó con desagrado— Tenía migraña, no resaca —bufó obstinado y se puso de pie.

—No estás en condiciones para preguntarme eso —soltó con una risilla mientras seguía moviendo las piernas. El tiempo que el doctor estuvo en sólo ropa interior, Zael le dedicaba miradas lascivas mordiéndose deseoso los labios por aquella vista que el mayor ofrecía. De verdad deseaba que ese humano se rindiera para poder consumirlo a gusto, el sexo con él seguro sería grandioso. Lo que cubría aquella tela no se veía nada mal para no estar erecto, luego resopló decepcionado cuando el galeno comenzaba a vestirse. Humanos tan correctos como esos era los que más disfrutaba corromper.

—Yo mismo iré a la policía —refunfuñó Leonard con molestia terminando de colocarse un suéter.

—¿Aun sigues con eso? —sopló el mechón de cabello que le cubría un ojo— ¿A quién piensas que le creerán más? ¿A ti o a mí?

Leonard ni si quiera lo miraba, buscaba calcetines entre el desastre de ropa del piso para poderse colocar los zapatos y no quiso responder. Zael sonrió malicioso y suspiró sin contenerse.

—Deberíamos ir por una segunda ronda, Leo —gimoteó—. Eres un salvaje haciéndolo.

—Deja de soltar calumnias –replicó enojado—, no vas a confundirme con tus juegos. Y por supuesto que van a creerme a mí —vio al de cabellos fosforescentes con clara molestia en los ojos—, esta es MI casa y TÚ eres el intruso.

Zael esbozaba una sonrisa triunfante. Que el galeno comenzara a tutearle al menos ya era un gran paso.

—Pero Leo, cualquiera que entre a la casa en este instante —ladeó la cabeza—, creerá que tuvimos una noche de sexo salvaje —molestó.

El Psiquiatra del DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora