Capítulo 8. Recaída.
Los demonios son criaturas, por lo general, despreocupadas, libertinos, seductores y sin escrúpulos. Son excepcionales aquellos que se quedan prendados a algún humano, u otra entidad diferente a ellos, fuera de algún pacto. Y por sobre todas las cosas, la paciencia no es una cualidad que forma parte de sus personalidad. Zael no era muy diferente a ello a pesar de ser híbrido, su sangre demoníaca llevaba siglos dominando sus actos, y sin embargo ahí estaba. Jamás había tenido que ser tan paciente con un humano como con Leonard, y fuera de un pacto para rematar. Aguantaba las preguntas ocasionales de este sobre cuánto tiempo estaría allí, resistiéndose a no romperle el cuello por eso (para su fortuna, el humano le decía esas cosas con menos frecuencia).
Seis meses ya habían transcurrido desde que había llegado al lado de Leonard, seis lentos y agonizantes meses en lo que casi podía sentir lo que era vivir como un humano; algo entre desesperante por la rutina y agridulce por los momentos buenos.
Zael estaba ilusionado con la llegada de agosto, pues significaba verano, que se traducía en vacaciones... Pero fue una decepción más a su larga lista de desencantos con Leonard. A pesar de los esfuerzos del demonio, el galeno no quiso tomarse el mes feriado.
Por supuesto, el demonio tenía que admitir que el humano había cambiado mucho, de hecho muchas de las rutinas que llevaba habían sido rotas gracias a él y eso le generaba una enorme satisfacción (hasta ese nivel de masoquismo emocional había llegado). Leonard ya no leía todas las noches como de costumbre, de vez en cuando se daba oportunidad de compartir una película con el chico. Tampoco se acostaba, como religiosamente hacía, a las diez de la noche. El andrajoso demonio había conseguido hacerle jugar videojuegos, y luego de varios días de ensayo y error, el humano le había tomado el truco. Este, había descubierto lo bueno que era para ese tipo de aparatos y estaba asombrado de lo bien que se la pasaba jugando con Zael.
Una noche, el intrépido híbrido le descubrió llorando, no tuvo de otra que admitir los sentimientos que guardaba para con esa mujer a pesar de todo el sufrimiento que le había causado. Pero no era capaz de perdonarla, y simplemente no quiso hablar más del asunto. Esa habría sido la última vez que había llorado, y para ese agosto ya tendría cerca de dos meses sin haber entrado en una crisis de depresión. La compañía que Zael le brindaba al psiquiatra le había ayudado a menguar el dolor que la infidelidad de Lucy le había dejado.
El galeno sentía que esa memoria se hacía un pequeñísimo porcentaje menos dolorosa, e incluso era más soportable ahora, a diferencia de cuando se había enfrascado sólo a trabajar y trabajar como loco. Zael estaba haciendo un buen trabajo en animarlo, y tenía que dársele el crédito.
La relación de fraternidad que llevaban híbrido y humano había llegado por fin a un punto agradable de estabilidad para las partes. Bueno, Zael seguía con esa pequeña afición de asaltarle el espacio personal a Leonard cada que tenía oportunidad, y este, le soltaba un coscorrón cuando sobrepasaba la línea de confianza. Pero eso eran nimiedades, y el joven demonio estaba feliz con el avance. El que Leonard le aceptara abrazos (pese a lo efusivo e irrespetuoso que se tornaba con el más alto en ocasiones) era una victoria que saboreaba cada vez que estrechaba los brazos de este.
***
Esa tarde del primero de agosto, Leonard salió temprano del hospital, sólo se habían citado cuatro pacientes y no fueron casos complicados que requiriesen más de una hora para atenderlos. Decidió detenerse en una pastelería que sabía Zael le gustaba (algo nuevo que hacía, pues siempre compraba todo en el mismo lugar donde almorzaba, y eso también lo había cambiado ¡Vamos, que tenía un demonio insistente de sombra, no era para menos!), compró un postre de chocolate para Zael y cuatro bizcochos pequeños sin decorados para él mismo. Cuando se giró después de pagar, se encontró de frente con ella, casi tropezándola, y estaba entrando tomada de la mano con... ese sujeto al que casi asesina. Sostuvieron la mirada por varios segundos hasta que ella la desvió hacia un lado.
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El Psiquiatra del Demonio
FantasyCada momento del día estaba cronometrado, cada minuto planificado y cada segundo aprovechado, y Leonard Bless ya tenía dos años viviendo de ese modo. Desde que se había divorciado de la mujer que amó, no veía otra cosa que fuese el trabajo, investi...