Sello

102 11 0
                                    

Capítulo 6. Sello.

La predecible huida de Leonard no interrumpió la comida de Zael pese al ligero mal humor que aquello le había generado. Jugueteó con el mesonero durante todo ese tiempo e incluso consiguió postre por cortesía de la casa. Salió del recinto quedándose de pie en la entrada, la sensación de alerta le activó sus sentidos, vio hacia ambos lados de la cera con suma atención. Estaba inquieto por la extraña sensación del ambiente, pero la misma se disipó tan rápido como más temprano y chasqueó la lengua con molestia por no poder ubicar el origen de ello. Seguro era por culpa del humano.

—Que fastidio —murmuró Zael cerrando los ojos—, estúpido humano —y desapareció de la vista de todos un par de cuadras después. Tomó rumbo cerca de donde se encontraba el mayor para mantenerlo vigilado, la sensación intermitente de aquella energía lo tenía alerta y no le daba muy buena espina. Por ello, decidió mantener distancia de su presa para protegerlo, sólo como precaución mientras pasaba esa sensación de "peligro".

Desde el alba, Zael tenía un mal presentimiento y era extraño porque no había sentido ninguno de los suyos a su alrededor, tampoco percibía algo distinto en el entorno de Leonard. Pero de que había algo que lo tenía inquieto, lo había. Las horas pasaron y el demonio se mantuvo rondando por la zona vigilante de cualquier fluctuación en la energía del perímetro.

Se mantuvo rondando la zona, y cerca del atardecer el demonio compró un par de dulces y una cerveza (costumbres por pasar tanto tiempo entre humanos). Sentado en una banca del parque bebía relajado de la lata, apenas y reaccionó al "mal presentimiento" cuando se materializó cerca de él. A cinco pasos, acercándosele, la energía no humana se detenía a su lado. Un hombre alto, de barba y cabellos ébanos se sentó en la misma banca que él ocupaba. Bastante inusual que alguien de ese rango se paseara entre los humanos.

—Zael, no esperaba verte por aquí ¿Aburrido? —le dio una palmada en la espalda como saludo.

—Ni yo a ti —murmuró tensando el hombro donde le tocó—. No, no estoy aburrido, en absoluto —respondió con tranquilidad. Una repentina punzada en la espalda le alertó, pero se mantuvo al margen conservando su característica confianza.

—Escuché que terminaste con uno muy rápido ¿Ya encontraste a un reemplazo? —preguntó el más alto.

—Sí, algo así. Y no es tu problema —respondió Zael desenvolviendo una paleta para comerla— ¿No tienes nada mejor que hacer que venir a perturbar la "paz" de este sitio? —sonrió y lamió el caramelo. Sus ojos grises se iluminaron en plata mientras veía al hombre—. Me temo que estoy ocupado ahora y no quiero interferencias. No pretenderás liarte conmigo otra vez, estando tan débil —arqueó una ceja terminando su clara amenaza.

—Pequeño insolente —bufó el mayor entre dientes—. Lo sé, no soy tan idiota como para hacerlo, mi intención era "saludarte", es todo —sonrió también. Aun así la furia se reflejó en sus irises resplandecientes al saberse rechazado una vez más por Zael.

—Entonces ya hemos terminado el saludo —lamió el caramelo viendo a su homólogo—. Un placer verte —se levantó lanzándole un beso en el aire y se giró de medio lado para desvanecerse de la presencia contraria.

Zael caminó en su plano a paso lento hasta el apartamento de Leonard verificando no lo fueran a seguir. Los sellos de su actual refugio se fueron expandiendo para confundir a cualquiera que intentara perseguirle, y cuando atravesó la zona neutra pudo alcanzar su escondite actual. Suspiró dejándose caer en el sofá de Leonard y cerró los párpados con fuerza. Se llevó la mano a la cabeza apretándose con las yemas el cuero cabelludo, le estaba doliendo y la intensidad iba aumentando.

El Psiquiatra del DemonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora