Capítulo 18. Reservación para dos.
Leonard había estado a punto de pedir permiso en el hospital y cancelar todas sus citas vespertinas para dedicarse a Zael, pero este último no se lo permitió. Y no se lo permitió porque, en sus palabras, "eres un humano, no hay nada, nada que puedas hacer por mí en este momento". Pero Leonard era terco, y aunque Zael le manifestó muchas veces que no servía de nada, Leonard rezaba por él (Zael odiaba eso), y procuraba estar a su lado apenas llegaba del trabajo. Leonard quería creer que le ayudaba aliviar su dolor con paños y geles fríos en la zona del omoplato derecho, y aunque veía como se evaporaba en cinco minutos cualquier líquido que le aplicara allí, él sólo continuaba haciéndolo.
La primera semana después del ataque, habían momentos en los que Zael se desconectaba del presente y desvariaba, balbuceaba cosas en una lengua que el psiquiatra no entendía, a veces lo encontraba con la mirada perdida en el techo, algunas veces gritaba por las noches, y lo que era peor para el galeno, Zael parecía no aliviar. Eso lo desesperaba hasta el punto de la histeria, pero Zael le repetía en sus momentos de lucidez, "No hay nada que puedas hacer".
Leonard estaba furioso. A veces se atrapaba soltando maldiciones al infierno entero y luego pedía calma a Dios cuando sentía que perdía la cabeza. Nunca se había visto en una situación como esa. Bueno, no, sintió algo parecido cuando Zael arrebató la vida de aquel muchacho al que atormentaba. El psiquiatra se apretaba la cabeza con las manos cuando esos pensamientos arremetían contra él, pensar no ayudaba. Buscar explicaciones, hacer símiles de experiencias, no ayudaba. Lo hacían sentir peor y mucho más frustrado.
El octavo día desde el incidente, Leonard cayó a un lado de Zael, estaba agotado y la sensación de decaimiento empeoraba cuando estaba a un lado de Zael. Acostado a su lado, Leonard tomó la mano caliente del demonio y suspiró cerrando los ojos. Sentía el sudor corriéndole por todas partes, antes había abierto las ventanas para que el frío del invierno entrara por allí y refrescara la habitación, o al menos lo intentara. Leonard se atrevió a dejar un beso en los labios de Zael, le ardieron los labios con el contacto y se sintió sin fuerzas inmediatamente después.
El calor que expedía el cuerpo de Zael era tal que Leonard sentía que se deshidrataba. El tiempo que estaba acompañándole en esa habitación, Leonard se bebía casi dos litros de agua completos. Y ahora mismo, sentía la garganta arderle, pero no tuvo la fuerza suficiente para levantarse y tomar la botella.
—Zael —susurró—, ya no tengo idea de qué más hacer.
Esa noche no se dio cuenta el momento en el que se quedó dormido al lado del demonio.
*
Zael despertó sobresaltado. La sensación de que algo dañaba a Leonard le hizo reincorporarse. Se quejó del dolor avasallante en el omóplato derecho, en el nacimiento del sello, y maldijo a Tiphal de nuevo. Se dio cuenta de que había sido algún sueño engañoso por el dolor, Leonard yacía a su lado a salvo. Sin embargo, al observarle con más detenimiento, detalló el rostro de Leonard contraído en una mueca de dolor, el sudor corría a chorros por su frente, tenía las mejillas rojas... A Zael le embargó un incómodo sentimiento de culpa en consecuencia.
—Leonard —susurró Zael. Quiso tocarlo y se dio cuenta que la mano de este se aferraba a la suya.
—Despertaste.
Así que estaba despierto, pensó Zael. La voz susurrada de Leonard le hizo alzar la vista al rostro de este. La mirada cansada del castaño se iluminó un poco y acompañó la fresca sonrisa que le dedicó. Zael sonrió un poco en respuesta.
—Te estás cocinando al lado de mi ¿Sabías? —comentó preocupado y volvió a tumbarse en la cama— Ah, mierda, aún estoy jodido —susurró cerrando los ojos
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El Psiquiatra del Demonio
FantasyCada momento del día estaba cronometrado, cada minuto planificado y cada segundo aprovechado, y Leonard Bless ya tenía dos años viviendo de ese modo. Desde que se había divorciado de la mujer que amó, no veía otra cosa que fuese el trabajo, investi...