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Scarlet

Pero mejor empezaré por cuando conocí a mi marido.

Fue en una de esas cenas sociales de mi padre. Un viernes, si mal no recuerdo.

Yo vestía un precioso vestido rosado, debía estar lo más arreglada posible según mamá, pues aunque ella aún no se daba por vencida, yo ya estaba resignada a ser soltera. Pero madre seguía insistiendo, sí ya había logrado los matrimonios de mis hermanas, claro que podría con el mío.

Esa cena también era importante para mi hermano Emilian, sería la primera a la que se le permitiría asistir.

Entonces mis padres tenían dos simples misiones. Presentar a su joven hijo de diecisiete años y empezar a meterlo en el medio político. La segunda era encontrarle a su hija quedada un marido entre todos los hijos de los amigos de papá, que asistirán esa noche.

Sin embargo pronto descubrí que los Lores con los que mi madre quería desposarme no me prestaban atención en lo más mínimo, ni siquiera por ser la única mujer joven ahí. Tal vez pronto se dieron cuenta de la trampa de mi madre.

La cena transcurrió, para mi, de lo más aburrida posible, para mi madre, de lo más frustrante posible.

Por más que trató de emparejarme con alguien, fue infructuoso. Ya cansada de tanto rechazo, después del postre, le pedí permiso a padre para retirarme a descansar. Sin dudarlo me lo concedió.

Salí del comedor triste, pues aunque ya estaba resignada a mi eterna soltería, no dejaba de doler la humillación de ser rechazada por diez guapos jóvenes diferentes. Me encaminé a las escaleras, tal vez un relajante baño caliente en la tina me animaría.

-Adelante Milord. - oí decir a Miles, nuestro mayordomo. Sin dudarlo me giré para ver al impuntual invitado que acababa de llegar.

Era un señor de edad, tal vez tendría la misma que mi padre. Sin embargo distaba mucho de como lucía papá.

Este señor de cabello a penas cano, sin duda no era calvo y regordete como mi padre. Él era alto y aún conservaba cierta figura atlética y rasgos apuestos. Sus ojos ¿serían verdes o caramelo? No estaba segura. Sin duda el amigo de papá más apuesto. De joven supongo habrá sido todo un rompe corazones.

-Miles, yo guiaré al caballero hasta el salón. - dije, aunque sin saber que me motivó a decirlo.

Ambos hombres voltearon a verme, el caballero me sonrió.
-como ordene, señorita. - dijo Miles un poco inconforme. Nuestro mayordomo era chapado a la antigua y muy respetuoso de las normas sociales, las cuales yo estaba ignorando completamente. - Milady le presento a Lord Abercorn. Milord, ella es la hija de Lord Frédéric, la señorita Scarlet Scarborough.

Ambos nos saludamos con ensayadas e hipócritas reverencias. Y entonces le invité a seguirme.

Al entrar al salón, donde ya todos los invitados tomaban cognac, note la mirada interrogante de mi madre, pues no era nada común que yo cambiará de opinión.

Mi padre por su parte se levantó de inmediato a saludar a su amigo con camaradería.

Lord Abercorn saludó a mi madre cortés mente, y se disculpó por la impuntualidad de su llegada. Sin embargo, mi madre, una mujer que gustaba mucho el cumplimiento de cada norma, sonrió y se sonrojo ante el caballero. Por un momento mi madre actuó como una debutante, tal vez, por el carisma de él.

Sin más pasé a retirarme.- si me disculpan, me retiro. Padre, madre... - los reverencié. -... Lord Abercorn fue un gusto conocerle.

-¿Se retira tan pronto, señorita Scarborough? - me dijo el caballero. Mi madre le miró interesada.

-Mi pequeñita se siente algo indispuesta, Stephan, es mejor que descanse. - intervino mi padre algo receloso. Tal vez ya sospechaba de las intenciones de su amigo.

-Será una pena que nos priven de tan bella presencia... - dijo Abercorn. -... Sin embargo, supongo que si se siente indispuesta, lo mejor será que se retire.

Mi padre sonrió. Y yo, después de una reverencia al Lord Abercorn, me dispuse a retirarme a la comodidad de mi habitación.

-¡No señorita, por favor no se retire todavía! - exclamó un joven caballero. Creo que era Lord Sallisburry.- Lord Abercorn tiene razón, no puede privarnos aún de su compañía.

Yo ya no entendía nada. No tuve la atención de ninguno durante toda la velada, sin embargo ahora uno de ellos le hacía segunda a un invitado recién llegado.

Mi madre, encantada con la intervención de Lord Sallisburry, me indicó quedarme. Yo como siempre, hice caso a lo que me dijo ella, sin embargo, pronto mi atención quedó centralizada en Lord Abercorn.

La plática del caballero era sumamente culta, algo rico de escuchar. Y conforme más atención le prestaba al amigo de mi padre, Lord Sallisburry y otros dos que no recuerdo bien quienes eran, se empeñaban en que yo les prestara atención.

Mamá estaba extasiada, sin duda ya me veía vestida de blanco en el altar junto con algún joven caballero presente.

Pero no estaba siendo realista, no comprendía la terquedad de ellos, pero nunca les perdonaría la humillación que me habían hecho pasar.

-¿Qué opina usted de la creciente relación de Austria y Francia, señorita Scarborough? ¿Cree que deberíamos subir la guardia ante los francos? - me preguntó Lord Abercorn.

Era la primera vez que se me invitaba a participar en ese tipo de conversación, mire algo espantada a mi madre, que sin dudarlo negó con su cabeza, ella no quería que hablara.

-No creo que mi opinión le sea interesante Lord Abercorn. ¿Qué podría saber una señorita como yo? - le dije ante la atenta sonrisa de mi madre. La forma diplomática de decirle "yo no debo hablar de eso"

Sin embargo el caballero sonrió. - Pues resulta que usted es hija de uno de los más brillantes diplomáticos del Reino. Supondré que sus observaciones serán igual de brillantes.

Sonreí y por primera vez no mire a madre para saber si tenía su permiso. Simplemente lo dije, aun sabiendo que sería el detonante de un tremendo regaño más tarde. -... Yo creo que la alianza franco austriaca puede desembocar en dos posibilidades. Una es que la nueva delfina de Francia no cumpla como debe y termine llevando a su reino a la ruina, y la otra me parece es que los mismos intereses de Austria no convengan lo suficiente a Francia. Sea como sea, opino que tarde o temprano esa alianza no servirá para nada.

Lord Abercorn sonrió.

-Opino lo mismo que usted, señorita. - dijo Sallisburry.- esos franceses son tan impredecibles.

Pero había sido suficiente para mi madre. Ella insistió en que ambas debíamos irnos, pues ya era tarde, y los caballeros podrían continuar su conversación más cómodos sin nosotras.

No tuve opción, tanto Sallisburry como Abercorn se mostraron reticentes a dejarnos ir. Sin embargo, eran los deseos de mi madre y yo no podía hacer nada.

Ya bastante enojada se encontraba ella conmigo.

Y no estaba equivocada, al llegar a mi habitación, madre me reclamó por arruinarlo todo.

-¡Tenías comiendo de tu mano a Sallisburry, Grey y Devrin!-me gritaba mi madre.- ¡pero tenías que arruinarlo! Ya... Tu no quieres casarte. ¿¡O quieres matarme de un disgusto!?

Y así continuó durante toda una larga hora.

Sin embargo, al día siguiente nos esperaba una sorpresa.

La Madrastra (Saga Montgomery #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora