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Scarlet

Sin pensarlo, empujé a James lo más lejos posible de mi. Luego recordé que él había cerrado la puerta con llave.

-Tienes que irte.- le dije. Sintiendo mi corazón latiendo a mil por hora. ¿¡Qué demonios había estado haciendo!?

James sin decirme palabra, salió por una ventana que daba al jardín. Dejándome completamente sola, gracias a Dios.

Me mire en el espejo que estaba encima de la chimenea.

¡Dios qué cara! Ojos rojos, labios hinchedos, y el cabello un poco desarreglado. Lo compuse lo mejor que pude. Lo cual obviamente no fue mucho.

Así, aún con la vergüenza de mi falta en la cara, me atreví a ver a mi marido.

Cuando salí al recibidor, ahí estaba él, como una versión mayor de James, con los ojos algo cansados por el viaje, y abrazando paternalmente a Constance.

-Querida mía.- me llamó en cuanto me vio saliendo del despacho. Yo hipócritamente le sonreí lo mejor que pude.

Sin pensarlo corrí a sus brazos, directamente a esconder mi cara de su rostro.
-Me alegró de que por fin nos alcances.- le dije.

Mientras por un pasillo aledaño al despacho, aparecía mi hijastro con un libro en la mano.

-Querida madrastra, aquí está de lo que os  he hablado. - me dijo. Y luego el muy truhán fingió sorpresa al ver a su padre.

Me guiñó un ojo en algún momento mientras lo saludaba. Como si guardaramos un secreto. Como si ambos lo hubiéramos disfrutado. Qué obviamente así era.

Me odie, y lo odie por eso.

Esa noche, cuando estaba acostada en mi cama, no podía con mi alma. Tenía que querer a mi marido, tenía que añorar las caricias y los besos de MI marido, no los de otro hombre. En especial los de James.

Esa noche intenté acercarme a Stephan. Intenté realmente seducirlo, como con nadie había hecho. Intenté que sucediera lo que desde hacia meses no pasaba. Intenté solo pensar en él.

Fracaso, fue lo único que obtuve. Mi marido estaba cansado por el viaje. Así que todos mis intentos fueron olímpicamente ignorados.

Terminé llendo a dormir, molesta, de nuevo a mi cama, ahora sintiendome como una ramera fracasada, que ni siquiera era capaz de inspirar al hombre con el que había contraido nupcias.

¡¿Pero qué le sucedía?! Me había rechazado rudamente. Y me mandó a dormir a mi habitación como si de una niña se tratara.

Sin embargo, mientras mi parte racional hervía en la furia de la humillación pasada, mi parte sin raciocinio, me insataba a pensar en que, solamente a dos puertas de distancia, había un realmente apuesto hombre que estaría bien dispuesto a calmar mi livido con sus extraordinarios besos y expertas manos.

Y aunque estuve realmente tentada a buscar consuelo en brazos de James. No pude.

Fui cobarde, y siempre me alegraré por eso. Pues significaba que mi hijastro no tenía tanto poder sobre mi como él quería creer.

Me dormí con la frustración en las manos. Y por la mañana realmente no estaba mejor. Me desperté enojada con el mundo, en especial con Stephan. De esa manera, fue la primera vez en mi vida que no me comporté como la esposa sumisa y buena, siempre preocupada por su marido y con una sonrisa en el rostro.

Me permití ser desdeñosa con él, como Stephan había sido conmigo la noche anterior. Tenía claro que no era lo correcto, pero me era imposible ser dulce y buena.

La Madrastra (Saga Montgomery #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora