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James

Scarlet pensaba que yo no podía amarla.

¡Nada más alejado de la realidad!

¿Qué no se daba cuenta? No podía dejar de pensar en ella, de querer verla, de querer observarla mientras dormía, de querer poder tomar su mano y pasear por Hyde Park sin tener que esconder nada. Ya no me podía visualizar con otra mujer.

¡y decía que eso no era amor!

Debía hablar con ella lo antes posible, y esa fue mi misión.......una totalmente frustrada cuando en el desayuno descubrí que ella no había salido de su recamara.

Solo desayunaban mi padre y las gemelas. Constance había ido con su futura suegra, Lady Coninham, desde muy temprano para afinar unos detalles de la boda. Y cuando le pregunté al ama de llaves, Minerva, acerca de mi querida madrastra, ella solo me miró triste y nos dijo que Scarlet no se encontraba bien, que la habían descubierto en la mañana en el piso, llorando, y que de inmediato mando a cambiar de habitación y que desde entonces de ahí no había salido.

Mi padre la escuchó con el rostro impasible, como si no le importara en lo más mínimo lo que la sucediera a su esposa.

¡Oh si tan solo yo estuviera en su lugar, podría demostrar cuan preocupado me encontraba!

Entonces, él desvió la vista y supe que a mi padre no le importaba porque sabía exactamente qué le sucedía a Scarlet. 

Mi ira comenzó a crecer, ¡él la había lastimado, era obvio! tanto que ahora ella se encontraba llorosa en una fría habitación del tercer piso y sin querer ver a nadie.

-No es asunto tuyo.- me respondió mi padre cuando se lo pregunté.

-¡Claro que es asunto mio, yo......-me frené en el acto...."amo a esa mujer con mi vida" había estado a punto de decir.

Él me miró leyendo mi alma en mis ojos. Sí padre, amo a tu esposa y la quiero para mi.

-Creo que hay algo que deberías saber...- me dijo, en cuanto las gemelas se retiraron con su profesor de matemáticas para su lección matutina.-... Tengo una relación con Madame Stoichkov. La amo.

Así que era eso...
Su mirada era seria. Y él no podía solo decirmelo tan sencillamente como eso.

-¿Y tu esposa?- le pregunté. Ojalá todo esto fuera una mentira. Pero ahora comprendía el motivo de porque mi dulce mujercita estaba tan afectada.

A ella le importaba su esposo más de lo que creía. Y eso me  dolía.

-Me divorciaré de ella.- dijo de nuevo con ese tono como si Scarlet no importara.

Pero iba a destruirla, sería marginada, públicamente humillada y exiliada, y yo no podía hacer nada por ayudarla.... Salvo casarme con ella e irnos juntos de ésta sociedad hipócrita que la despreciaría.

Sí eso era buena idea.

-Sé que a pesar de todo le haz tomado cariño a tu madrastra... - me dijo cauteloso, como si sus palabras ocultarán algo más que no quería decirme.-...al igual que tus hermanas, obviamente. Y aunque también la aprecio, y lamento que no hayamos funcionado. Es lo mejor que puedo hacer por ella.

Y ahora quería golpearlo. Fuerte y directo en la cara.

Mi preciosa y dulce Scarlet era demasiado buena para el estupido e insensible de mi padre.

Sí ella ya estaba consiente de lo que le deparaba el futuro, no me debía sorprender su actitud.

Le iba a demostrar que yo la amaba y que seriamos felices juntos. 

El susurro de una falda gris revoloteando por el marco de la puerta me distrajo. Y esa era mi mujercita sin duda, y había escuchado todo.

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Scarlet

No.

No debía llorar, y sin embargo cuando salí de la casa y el sol golpeó de lleno en mi rostro, mis ojos se volvían a sentirse húmedos.

Ya me lo suponía. ¡Un divorcio! Stephan me iba a destruir por completo y ya nada podía evitarlo, y nadie, ni siquiera James podría salvarme.

Corrí por el sendero de entrada hasta llegar a la reha y de ahí, a la calle.

¿A dónde ir? ¿a quién recurrir?

Corrí por la calle sin saber a donde me dirigian mis pasos. Solo quería alejarme de los Montgomery para siempre.

¿Ir a casa de mi madre? No era ni siquiera una opción, ella me culparía de todo.

Frené un poco mis pasos cuando me di cuenta de donde me encontraba.

¿La Camara de Lores?

Su gran e imponente aruitectura se alzaba frente a mi. Y sentí esperanza.

Stephan estaba equivocado si creía que iba a dejar que me enterrara en el fango tan fácilmente.

Caminé segura, con la cabeza en alto, sin importarme las miradas censuradas que varios Lores me dirigían. Sabía que una mujer no debía estar ahí.

En la recepción, el secretario se asombró cuando le dije a quien buscaba. Pero aún así me guió a través de la serie de pasillos y escaleras, hasta llegar a una sala de recibimiento en donde esperaba otro secretario.

-No puedo interrumpirlo, está en una reunión con el juez McKellan, pero con mucho gusto le daré su mensaje, milady.- me dijo desdeñoso.

Y no me importó, yo estaba desesperada y ambos caballeros me podrían ayudar.

Sin siquiera mirar de nuevo al huraño secretario, me dirigí a la puerta y la abrí yo misma y entré.

La oficina era enorme, y elegante, obviamente.

-¡Milady, no puede....

Me gritó el secretario pero ahí frente a nosotros estaban el juez McKellan, mi tio, y el Primer Ministro, Lord Cavanagh, mi padrino.

-¿Scarlet? - preguntó el juez. Asombrado al igual que el caballero que se encontraba a su lado.

-Miles, deje a mi ahijaga.- dijo el Primer Ministro, ni siquiera me había percatado de que el secretario me tomaba del codo.

El empleado de mi padrino, se retiró entre disculpas hacía su Señoría y hacía mi persona. Repitiendo que no sabía quién era yo.

Y en cuanto se retiró, y miré a esos dos buenos caballeros, que durante años me habían tratado como a una más de sus hijas, volví a sentir que las lágrimas afloraban de mis ojos.

-Milords... - les reverencie, como correspondía.-... Estoy consiente que no debería molestaros, y menos atreverme a venir aquí, pero estoy desesperada y  vengo a suplicar su ayuda.

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N/A:

Bien hasta que salió éste cap...
:s

Comments?

Atte.
Lenka Mockingjay

La Madrastra (Saga Montgomery #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora