James
Mi padre siempre fue un buen hombre. Y yo, siempre fui un mal hijo.
De niño fui un hijo amable que respetaba a su padre, pero cuando murió mi madre, mi padre se refugio en su soledad, Bernadette se tuvo que hacer cargo de la casa, de nuestra pequeña Constance y de las recién nacidas gemelas.
Yo era un adolescente, y tuve que tomar las riendas del marquesado, pues mi padre pareció olvidarse del mundo, de sus hijos y de todas sus responsabilidades.Desde ese momento lo odie por eso.
Y aun más cuando, ya estando acostumbrado a manejar todo, él olvidó su depresión y me relegó. Me sentí estupido a su sombra.
Años después, cuando él ya al parecer había olvidado a mi madre, intentó casarse de nuevo, las gemelas tenían cinco años, y yo me propuse a que él no fuera feliz.
Su prometida era una dulce y joven muchacha debutante.
Caroline Winshid. Una hermosa alma caritativa y adorable, con un bello rostro enmarcado por preciosos y exhuberantes rizos dorados. Identica a mamá.
Ella a penas tenía diecinueve años, al igual que yo, y no sabía nada del mundo. Era hermosa, pero no era inteligente, y yo use eso a mi favor.
Le hablé de amor al oido, la seduje como un calavera experto, la besé en donde nadie la había besado, fui el primero en su vida y en su cuerpo. Fue tan sencillo.
Y deje que mi padre se enterara.
Él me odio, y juro desheredarme. Pero ella había hablado con su hermano.
El joven Windshid me retó a un duelo, él debía vengar el honor perdido de su hermana.
Al final del duelo, él terminó sangrando con mi espada clavada en su estómago. Y Caroline, por la pena de haber sido deshonrada y de haber perdido su compromiso y a su hermano, su única familia, terminó colgando de una viga del establo de su casa, con una soga al cuello.
Fue algo extremadamente escandaloso y triste. Yo no deseaba que ella y todo eso acabará así.
Así que me fui. Viaje primeramente a Nueva Zelanda, y a Australia, de ahí llegué hasta la India.
Y durante cinco años pasé de burdel en burdel, de mujer en mujer. Rubias, pelirrojas, y morenas, de piel blanca como la nieve o tostada, no importaba.
Y mi padre en algún punto volvió a mandarme cartas. Y al cabo del tiempo su tono volvió a ser el mismo del de un padre cariñoso, supongo.
Y luego, cinco años después de lo de Caroline, me llegó esa carta, la de Bernadette, entonces decidí regresar, pensando en que todo estaba perdonado, al fin y al cabo, él ya se había casado.
Y ahora era cuando realmente sentí lo que es huir de mis sentimientos.
Tantas mujeres y ninguna me hizo sentir como me sentía con mi pequeña Scarlet.
Por eso me fui.
Cuando le dije que la haría mi mujer, sin saberlo me refería a mi deseo de hacerla mía en todos los sentidos, no solo quería hacerla mía con mi cuerpo, quería que cada bella sonrisa de sus labios, cada suspiro, cada dulce mirada de sus ojos castaños, cada pensamiento de su enigmática mente fueran míos.
La quería y punto.
Pero, mi padre siempre estaba en medio, yo consideraba que no merecía que le hicieramos esto, y estaba de acuerdo con Scarlet, no era correcto lo que haciamos. Pero la deseaba con una fuerza que hasta el momento desconocía.
Quería conocer sus pensamientos, sus sueños y hacerlos míos también.
Cuando caí en cuenta de estos sentimientos, me asusté y me fui. Quise llegar a Dublin, quise estar meses lejos de su presencia para poder pensar con claridad.
Solo era deseo sexual ¿no? Solo podía ser eso ¿verdad?
Pero a los dos días me encontraba en una posada, enbriagandome, pensando en que ya no soportaba el hecho de no verla, el no tenerla cerca me mataba.
Y menos pensando en que ella buscara de nuevo estar íntimamente con mi padre mientras yo estaba fuera. Me quemaba por dentro como el whisky me quemaba la garganta.
Una muchacha del bar se acercó a mi con una sonrisa. Su escote era muy pronunciado y sus labios pintados de rojo estaban sonriendome
-¿Algo más que desee, milord? Yo puedo satisfacer cualquier deseo que tenga. - dijo. Ella se lamío su carnoso labio inferior, y acomodó un mechon castaño de su cabello que se había soltado del maltrecho peinado.
Era una muchacha muy joven como para que ya oliera a sexo y andara ofreciendose a los caballeros.
Así que sin darme un minuto más para pensarlo, pagué mis consumo al cantinero y la tomé por su cadera.
Debía sacarme de la mente a Scarlet y ésta "señorita" serviría a ese propósito.
Si podía follarmela sin pensar en mi dulce madrastra, no era amor lo que sentía por Scarlet ¿cierto?
Así que la lleve a la habitación que había alquilado esa noche.
No me permití besarla en los labios. Esa era la primera regla.
Ella intentó estimularme, tocarme. Le rasgué la parte superior del vestido y su corsé. La toqueteé completa.Ella ya estaba tan exitada antes de llegar a la cama que pude haberla tomado recargados en la puerta.
Puerta. Puerta.
Me transporte a esa tarde en el armario. De repente el cabello castaño y la cara de esa prostituta, se confundió en mi mente con los de Scarlet.
No podía.
Confundido, me alejé de la prostituta.
-Lo lamento.- le dije. ¡No podía! De mi cartera saqué unos billetes y se los di, antes de que ella pudiera reclamarme algo.
Tomé mi equipaje y salí de ahí.
Debía regresar a ver a mi Scarlet.
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N/A:
Hoy me siento generosa :')Comments?
Atte.
Lenka Mockingjay.
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La Madrastra (Saga Montgomery #1)
أدب تاريخي"Estás destinada a encontrarte a una persona, la que, de una u otra forma deberá compartir contigo cierto espacio, cierto tiempo y ciertos sentimientos. Pero la vida no es un cuento de hadas y a veces no hay finales felices. Tal vez casarse con él...