café y TV

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Que malhumor. Estaba leyendo, página 22. Había querido empezar hace un año pero lo hice hace una semana. Me senté con el café que terminé hace ya varios minutos y me concentré en las letras. Todavía me duele la lengua. "Perdón, te puedo cambiar el vaso por uno más grande? Perdón". Asintió como si Messi hubiera muerto y me preguntó el nombre sin dedicarme un segundo de mirada. "Magdalena". Otro perdón era demasiado, me corrí con vergüenza después de extender el billete y esperé mi café. Me senté en la esquina, de perfil al ventanal. Un par de franceses a la izquierda, una pareja de adolecentes a eso de las 11PM si usamos el reloj como brújula y la recién noche de invierno aunque ni siquiera es julio. El Jazz prolifera desde quién sabe dónde mientras siento mi lengua arder de calor otra vez. "Te pasa por impaciente y atolondrada" diría mi mamá. Decí que ni me di cuenta. Leí, digamos dos hojas, y llegó una nueva pareja que se sentó a la 1PM y a cuatro pan y quesos de los adolecentes. La chica se sentó con su batido y él le sacó una foto. Ella posó fingiendo casualidad y segundos después le pidió el celular. Vió la foto y gritó "parezco un chancho! Borrala ya!" Él se rió y ella lo miró con demasiada seriedad. "Es increíble", sonó por el oeste. Apareció un guarda de seguridad donde estaban los franceses que por cierto, ya no estaban. Levantó los vasos y bollos de basura del piso y se los puso sobre la mesa a la mujer que recién la ocupaba. "La gente piensa que es viva" le respondió la mujer con aire superado. Él seguía serio y tomó los residuos mientras levantó la ceja derecha "se creen inteligentes". Ella rió excesivamente y se quedó sola. Los adolescentes se sacaban fotos. "Soy una ballena!" Le dijo la chica del batido y él, que es pelado, se inclinó para decirle vaya a saber uno qué. "Cualquier cosa menos la verdad", pensé. Aparecieron dos amigas o parientas de la señora que reía, gritaban sus problemas y las desgracias de Sandra, el cuerpo de Chola y la falta de proyectos en la vida de Julián. "No puede estar este sillón acá" les dijo el guarda a los adolescentes, " tiene que haber un pasillo por políticas de seguridad". Pidieron menos perdón que yo y acomodaron el sillón en su lugar. Él se sentó en el mismo lugar que ella y ahora se sacaban fotos juntos. Los otros dos hablaban compenetrados en alguna típica desgracia o "problema" como ahora le dicen a la inseguridad causa de la globalizada imagen idealista que todos quieren ser pero nadie sabe si existe. "De esa si me acuerdo" le dijo una de las tres a otra, señalando con el dedo el aire, como queriendo culpabilizar el disfraz de representación. El guarda miró a los adolescentes de lejos como quien mira embobado la vidriera de una heladería artesanal, sin borrar la sonrisa disimulada, bajó la mirada y volvió a su puesto. Él ejerce su deber y yo el mío, porque si hiciese lo que quisiera estaría leyendo mi libro y él vería una película romántica en el televisor de su casa. Pero no hacemos lo que queremos, hacemos lo que podemos con eso que necesitamos para querer más. En eso nos parecíamos si necesitaba encontrar otra relación causal para vivir. Parece mentira que uno se va para permitirse un poco de aire y la conciencia social atormenta hasta en un jodido café de media cuadra. "No se puede vivir ni un segundo en paz" diría algún gente en otro contexto, como cuando se lo despierta de la siesta.
A: "Yo leo bastante...bueno...pero me enganché con esa y me pareció medio plomo
B: la vi ayer y estuvo buena
C: ¿te gustó?
B: Que se yo, me pareció entretenida.

"Tenés que olvidar y volver a poner" dijo C después de cuatro nuevas parejas, cinco 118, ochenta y tres peatones y treinta minutos.
Hablaba sobre el wifi.

Manifiesto absurdo de un presente que no existeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora