Ojalá fuese solo un sueño

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Era de un verde vibrante y no pinchaba. Recostada encima de su amplia existencia, confiaba en que no se iba a caer al espacio y con él, nosotros dos.
Llevábamos una corta eternidad recostados, mirando hacia arriba. Era bien entrada la noche pero no era necesario ningún tipo de luz artificial. Las estrellas y los planetas se hacían cargo de mantenernos alumbrados como bichitos de luz en medio del basto universo. Bichitos, eso éramos. Teniendo en cuenta los años luz que nos separaban de los astros, algunos millones más que otros, sus tamaños eran exagerados. Mantenían las obvias diferencias de tamaño, por ejemplo Jupiter era más grande que Saturno y Saturno muchísimo mas grande que Mercurio, pero todos eran enormes bolas exageradas. Aun teniéndolas en frente, dudaba de su capacidad de mantenerse a flote en el espacio. Nunca voy a entender la gravedad. Las constelaciones también parecían merecer atención y claro que la exigían. Casi como los cometas, cuya apariencia estelar insistía que solo por unos segundos eran merecedores de una eterna espera observando todo y nada. Es una satisfacción cantada.
Me detuve en Marte. Había una llamita, con pico y colores fuego pero no era el planeta en si mismo, sino un fuego aparte. Me fregué los ojos y en vez de aclarecerse todo, identifique otra llamita, al lado de Venus. No había ningún patrón para su permanencia, porque después encontré otra más, multiplicada por dos. A medida que intentaba entender como podían haber llamitas con forma en el medio del espacio, de forma tan delimitada y colores tan claros, nos acercábamos más a ellas. Nuestra percepción subía, nos elevábamos en el espacio sin dejar de prestarle atención a estos fuegos extraños. Cuanto más cerca, más intensa su luz. Se empiezan a volver así, menos delimitados sus bordes y más grande mi curiosidad.
Una bola de fuego cruza justo enfrente a nuestras narices, seguida por muchos misiles cayendo en dirección a la Tierra. El calor era intenso y casi desesperante. De repente, otra bola de fuego, más grande que la otra nos golpea y hace desaparecer.
Mi percepción vuelve a mi, que ahora estoy en la cama, despertando. Empiezo a escuchar y sentir calor, gritos y colapso del otro lado de las paredes de mi casa. Todavía estoy intentado acomodarme a lo que sucede pero me doy vuelta hacia él quien despertó, al parecer, al mismo instante.
—¿Que es todo esto?— Digo incorporándome aún sin salir de la cama.
—Algo está pasando.
Vuelvo a despertar. Tiemblo, asustada, buscando los gritos, el calor y el colapso pero no encuentro a nadie más que a él, todavía durmiendo a mi lado. Estiro mi brazo y la apoyo sobre su cuerpo, intentando sentir un poco de humanidad.
Ojalá lo suyo si sea solo un sueño.

Manifiesto absurdo de un presente que no existeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora