Las sombras de la vida

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Cuando llegó el día creí que algo iba a cambiar pero no fue así. Sólo fue como cualquier otro día de invierno. Una tarde gris, una llovizna furiosa e incesante que solo lograba recordarnos lo solos que estamos cuando estamos solos. La lluvia fue siempre mi amiga más fiel, debo admitir que amaba caminar debajo de ella y dejar que junto con sus gotas se fuesen las mías también. Es más fácil llorar en silencio y debajo de la lluvia porque las personas no lo notan, simplemente corren en busca de un techo que los ampare. ¡Já!  Después dicen amar la lluvia. Si esa es su manera de amar mejor no me amen nada.

Quería verte, necesitaba verte. Llovía tanto que no veía ni siquiera las luces de los autos en la calle. Parecía que se caía el mundo, que irónico ¿No? Mi mundo ya se había desvanecido y sin embargo ahí estaba yo. Esperandote, deseando que llegaras lo antes posible.

Entonces me dí cuenta que ya no tocaba, que ya no sentía, que no me veías. Las sombras ya no las veía, mi sombra ya no estaba.

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