Capítulo 8

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RESULTÓ QUE ESTABA EQUIVOCADA con que el departamento de

policía local comprendía un chico y un perro. Cuando Dimitri y yo

caminamos de vuelta al motel, vimos parpadear luces rojas y azules en el

estacionamiento y algunos espectadores tratando de ver lo que estaba sucediendo.

—Toda la ciudad se despertó, —le dije.

Dimitri suspiró. —Sólo tenías que decirle algo a la recepcionista, ¿no lo hiciste?

Nosotros nos detuvimos a cierta distancia, ocultos en las sombras de un

destartalado edificio.

—Pensé que serías más lento.

—Esto no nos va a frenar ahora. —Sus ojos hicieron un barrido de la escena,

tomando todos los detalles en la parpadeante luz—. El coche de Sydney se ha ido.

Eso es algo, por lo menos.

Mi arrogancia anterior se desvaneció. —¿Lo es? ¡Hemos perdido nuestro viaje!

—Ella no quería dejarnos, pero ella es lo suficientemente inteligente como para

salir antes que la policía viniera a llamar a su puerta. —Él se giró y contempló la

carretera principal de la ciudad—. Ven aquí. Ella tiene que estar cerca, y esta es una

buena probabilidad para que la policía pueda comenzar realmente a buscar por

todo si piensan que una chica indefensa está siendo perseguida. —El tono que

usaba para hablar de legiones ―indefensas‖.

Dimitri tomó la gran decisión de caminar hacia el camino que nos había llevado a

la ciudad, asumiendo que Sydney quisiera salir de allí ahora de modo que

descubriría nuestro escondite.

Involucrando a la policía había creado complicaciones, pero sentía un poco de

remordimiento por lo que había hecho. Yo estaba entusiasmada con el plan que se

me había ocurrido en el bosque y quería, como es habitual, empezar a moverme en

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Vampire Academy Richelle Mead

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él de inmediato. Si ayudaba a sacarnos de este agujero de ciudad, por consiguiente

mucho mejor.

Los instintos de Dimitri sobre Sidney estaban en lo cierto. Alrededor de una media

milla fuera de la ciudad, vimos a un CR-V tirado en el costado de la carretera. El

motor estaba apagado, las luces a oscuras, pero yo podía ver lo suficientemente

bien como para identificar la matrícula de Louisiana. Caminé hacia el lado de la

ventana del conductor y golpeé en el cristal. En el interior, Sydney se

estremeció. Ella bajó la ventanilla, con la cara incrédula.

—¿Qué hiciste? No importa. No te molestes. Sólo entren.

Dimitri y yo cumplimos. Me sentí como una niña traviesa por su mirada de

desaprobación.

Ella encendió el coche sin decir una palabra y comenzó a conducir en la dirección

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